José Manuel García-Margallo: "Mi relación con Mariano Rajoy es totalmente inexistente"
Foto: Pablo Recio (vídeo y foto)
Sábado 1 de febrero de 2020
ACTUALIZADO : Martes 4 de febrero de 2020 a las 10:07 H
17 minutos
Entrevista. Para el exministro, Vox no ha tocado techo y el Gobierno durará 4 años
Foto: Pablo Recio (vídeo y foto)
Sábado 1 de febrero de 2020
17 minutos
Memorias heterodoxas. De un político de extremo centro es el título del último de los 19 libros de José Manuel García-Margallo. Leer al exministro es siempre tomar conciencia y comprender desde dentro muchos de los acontecimientos políticos más determinantes de la reciente historia de España. Sus memorias, trufadas de anécdotas y confidencias, dan testimonio de su pasión por el servicio público que ni quiere ni puede ocultar. El que fuese el ministro mejor valorado del Ejecutivo popular durante su etapa al frente de Exteriores, es una de las voces más reconocidas y claras de la política española. Su carrera comenzó como diputado electo por la UCD de Adolfo Suárez en las elecciones Constituyentes de 1977. Posteriormente fue europarlamentario durante 17 años, ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación durante los gobiernos de Mariano Rajoy y de nuevo diputado del Parlamento Europeo desde el pasado 2019.
Testigo y protagonista de las cuestiones nacionales e internacionales más trascendentes de los últimos 40 años, José Manuel García-Margallo nos recibe en el salón de su casa anexo a su despacho en el que además de una gran bandera de España tiene el escaño del Congreso de los Diputados en el que estaba sentado el 23 de febrero de 1981 cuando Antonio Tejero irrumpió, pistola en mano, en el templo de nuestra democracia.
RESPUESTA: La obligación de un político es siempre difundir lo que quiere hacer cuando llega a un cargo y explicar por qué ha hecho lo que ha hecho o dejado de hacer lo que quería hacer cuando deja el cargo. Creo que ha llegado el momento de hacer un libro en el que se reivindique el espíritu de lo que fue la Transición española, en la que yo participé, cuando se están demoliendo los cimientos sobre los que se construyó. Si algo nos movió a los que hicimos esa Transición y luego la Constitución era la reconciliación nacional y evitar la reaparición de los dos Españas.
P.: Hay quien ahora cuestiona la Transición…
R.: En el libro recojo una cita de Salvador de Madariaga refiriéndose a la oposición del interior y la del exterior: “Los que perdisteis la libertad por conservar la tierra y los que perdimos la tierra por conservar la libertad”. Buscábamos un camino que nos llevara a todos a la tierra y a la libertad. Ese fue el espíritu de reconciliación que ahora está siendo negado desde la época de Zapatero con la Memoria Histórica y el Guerracivilismo, procurando airear todos aquellos aspectos que dividían a la sociedad española en la creencia de que esa división y esa tensión les ayudaba a permanecer en el Gobierno. Y es que también están demoliendo los principios del manual de instrucciones: Procedimiento de la ley a la ley, consenso entre las grandes fuerzas para hacer reformas y la regla de la prudencia. Como decía Pío Cabanillas: "No abrir el circo sin saber que van a hacer los domadores". Hay que reivindicar la Transición y esos principios, es obvio que el traje se nos ha quedado un poco viejo y hay que modernizarlo, pero siempre respetando esas reglas de procedimiento.
R.: Pablo Casado ha vuelto a reivindicar nuestras señas de identidad, somos un partido liberal y un partido reformista y eso es exactamente lo que es un partido de centro.
P.: ¿Cómo se define en 2020 un partido de centro?
R.: Un partido de centro, en cualquier parte del mundo, es un compromiso insobornable con los derechos y libertades, un respeto a la diversidad con especial énfasis (lo digo por aquellas cosas que ahora se niegan, a la igualdad de los géneros y a la diversidad en materia de orientación sexual), a la separación de poderes, a la economía social de mercado y la atención a aquellos colectivos que ya no están en el mercado (y me refiero a los mayores), un europeísmo militante (nuestra Ítaca particular son los Estados Unidos de Europa) y el respeto a las instituciones internacionales cuestionadas ahora desde la Casa Blanca, que fue la que arbitró y puso en marcha esas instituciones y la apertura de fronteras.
P.: Habla de “un partido de centro en cualquier parte del mundo”, ¿también en España?
R.: Un partido de centro en España debe añadir el respeto a la soberanía del pueblo español en su conjunto, no a una parte, porque la nación es una nación indisoluble desde el más absoluto respeto a las Autonomías. No se trata de volver a un estado centralista como quiere Vox, se trata del respeto al derecho, a la igualdad de todos los españoles en derechos y obligaciones, no al federalismo asimétrico, es decir, privilegiar a una Comunidad. Una nación es un entorno de solidaridad o simplemente no es una nación.
P.: Su relación con Mariano Rajoy llegó a ser de uña y carne desde los veraneos de solteros en Ibiza, pero en los últimos tiempos sufrió altibajos. ¿Cómo es ahora?
R.: Ahora es inexistente. Totalmente inexistente. Cuando murió su padre yo le di el pésame y cuando falleció el mío, él me lo dio a mí. Cuando murió su hermana también, pero no hay relación.
P.: ¿Hasta qué punto la vicepresidencia única de Soraya Sáenz de Santamaría influyó en el enfriamiento de su relación con el presidente Rajoy?
R.: De forma absoluta y determinante. Creo que había un grupo en torno a la vicepresidencia que, me cuentan, porque yo estaba en Europa, que desde mucho antes de que llegásemos al Gobierno partían del supuesto de que a ella le correspondía suceder a Mariano Rajoy, porque ellos trabajaban sobre la hipótesis de que los sacrificios que íbamos a exigir a los españoles nos iban a hacer perder las elecciones. Tenían una edad que les permitía perder las elecciones, quedarse con el partido y esperar tiempos mejores. Por contra, hubo un grupo convencido que no aceptamos la hipótesis de que las elecciones estaban perdidas, que había que ganarlas, y esa fue la principal confrontación que hubo. Los ministros que nos agrupamos en el llamado G-5 que llegó a ser G-8 éramos, por azares de la vida, los que aspirábamos a hacer reformas más profundas como las de Luis de Guindos, Wert, Soria, Gallardón o la reforma del aparato exterior que proponía yo… es decir, todos éramos más reformistas y, para entendernos, ellos eran más prudentes y probablemente más tecnócratas.
P.: ¿Qué les pudo mover a actuar así?
R.: Creo que en el fondo, lo que ellos creían es que bastaba con que subiese el nivel de vida de los españoles para que ganáramos las elecciones. Pero yo siempre he creído que uno está en política porque tiene unos principios, unos valores y una idea de España que es la que intentas trasladar al terreno de la práctica, al BOE, que es lo que se hace desde el Gobierno.
P.: Parece como si los errores de la última parte de la era Rajoy y la situación en Cataluña hubiesen hecho olvidar que aquel Gobierno también hizo cosas importantes en un país que se iba de cabeza a un rescate…
R.: En el libro hay un capítulo en el que hablo de las grandes reformas de Rajoy y en el explico que la primera parte del primer Gobierno fue espectacular, en contra de todo y de todos, y afirmo que a partir de ahí, en 2014, se marca la frontera entre lo que es una forma de hacer en el Gobierno y otra.
P.: En 2014 también abdicó Don Juan Carlos y comenzaron a mejorar los parámetros económicos…
R.: Así es, ese año se produjo un hecho simbólico como fue la abdicación del Rey, cuando la economía ya estaba saliendo adelante y por tanto no teníamos las restricciones en materia de recursos que habíamos sufrido, teníamos una mayoría más que suficiente y un PSOE con el que se podía negociar. En mi opinión, ese hubiese sido el momento de iniciar un camino reformista. Si entramos en paralelismos con lo anterior, hubiese sido como la Ley de Reforma del presidente Suárez que puso en marcha un proceso constituyente y en mi opinión eso nos hubiese permitido reformar la Constitución y hacer los grandes pactos que España necesitaba igual que se hizo con los Pactos de la Moncloa.
R.: No, se afrontó mal. Fue la primera discrepancia que yo tuve con Soraya cuando aún no estábamos en el Gobierno ni soñábamos con estarlo, cuando Maragall hace un estatuto en 2003 yo sostuve que había que hacer uno alternativo que plasmase nuestra idea de Cataluña. Yo le insistía mucho a Rajoy: "Tienes que tener una idea de España y tienes que tenerla de Cataluña". Se afrontó mal cuando en el recurso de inconstitucionalidad se exageró y se llegaron a impugnar artículos que consagraban derechos que nosotros, el PP, habíamos introducido en el estatuto de Valencia o en el de Andalucía. Se volvió a abordar mal cuando en las elecciones de 2012, con una manifestación gigantesca, se decidió quitarle importancia al tema, cuando lo que había que haber hecho es coger el toro por los cuernos, hacer pedagogía allí. Además la independencia era un partido que se jugaba fuera, que dependía del reconocimiento internacional y de la entrada de Cataluña independiente en la Unión Europea y yo quería demostrar que eso no se iba a producir así. El gran error fue no haberlo impedido físicamente, destruyendo urnas y papeletas en la consulta de 2014. Todo eso yo lo iba diciendo, publicando y pregonando, pero no gustaba que yo dijese esas cosas.
P.: Eso fue entonces, pero ¿cómo ve la situación actualmente?
R.: Se están dinamitando absolutamente los principios de la Transición. Creo que el diseño estratégico de Sánchez y que viene de Zapatero es ese. Si nosotros apostamos por la reconciliación nacional, ellos, por poner sobre el tapete todas las cuestiones que dividen. Insisto, la construcción de la convivencia ha sido posible por el respeto del procedimiento. Primero, de la Ley a la Ley pasando por la Ley. Ahora se quiere por atajos, como sucedió con el estatuto de 2003 que quería violentar la Constitución, una mesa de conversación en la que se acabará hablando de una nación que sería Cataluña dentro de un estado plurinacional que se organiza de forma federal y admite las consultas. Segundo, el consenso, que también rompieron Zapatero y Maragall. Las reformas en el bloque constitucional, por definición, deben hacerse por acuerdo entre las grandes fuerzas que representan las dos sensibilidades políticas del país. En lugar de eso, se hizo una alianza por la izquierda orillando, marginando y desconociendo a media España, esa es la coalición que ahora tiene Sánchez. Y en tercer lugar, una norma de elemental prudencia, no abrir la discusión de debates que no se pueden abrir.
P.: ¿Qué opinión le merece la prevista mesa de negociación entre el Gobierno central y el catalán?
R.: Con estupefacción escuchamos que en la mesa paritaria, que ya es grave que el Ejecutivo de España acepte que el gobierno de una parte de ella tiene su mismo estatus, se va a discutir sin limitación. ¿Cómo sin limitación? Tendrá usted que tener limitaciones, yo nunca he estado en una negociación en la que no se sepa cuales son las limitaciones. Todo eso es lo que está dinamitando el manual de instrucciones. Y para hacer eso posible están llevando a cabo el asalto al poder judicial, orillar al abogado del Estado que discrepa de la opinión del César, sustituir por otra más sumisa a la Fiscal General que no acepta la opinión del César… ¿Por qué el Consejo General del Poder Judicial no lo eligen los jueces de una vez? Pues porque se quiere un Consejo, del que dependen los nombramientos, que sea dócil. Y eso es muy grave, es un cambio de régimen.
P.: Cambiando el tercio, uno de los temas que más preocupan a nueve millones de españoles es el de las pensiones
R.: Mi tesis doctoral en Harvard se tituló La Europa del bienestar, en esto también soy heterodoxo, y en ella mantengo que el derecho a la actualización de las pensiones, aunque está recogido en la Constitución como principio rector y por lo tanto no obligatorio y que no crea derechos, es sagrado. Siempre he mantenido que hay que constitucionalizar ese derecho para que cree obligaciones exigibles.
P.: ¿Qué medidas son necesarias para garantizar las pensiones?
R.: Para que eso sea posible hay que dar un giro a la política económica y favorecer la natalidad, porque el problema es que tiene que existir una ecuación entre lo que se recauda y lo que se destina a pensiones. La tasa de fertilidad y natalidad caen y la esperanza de vida aumenta. ¿Cuáles deberían ser las políticas? Ayuda a la natalidad, inmigración controlada para entrar en los puestos de trabajo que no se puedan cubrir a medida que la gente deje de ir a trabajar, luchar contra el paro, fundamentalmente en los colectivos más desfavorecidos como jóvenes, mujeres y mayores de 55 años; una apuesta clara por la productividad para que no caiga la riqueza nacional, retrasar la edad de jubilación y un cambio en la filosofía que rige la financiación, porque hasta ahora estamos diciendo que el sistema de pensiones no es sostenible porque las cotizaciones no alcanzan para pagarlas, lo cual es un planteamiento falso, a nadie se le ha ocurrido decir que hay que cerrar las universidades públicas porque las tasas académicas no cubren los gastos universitarios. Hay que financiarlo con todos los impuestos, como un gasto más, porque es obligatorio, es un compromiso que hay que cumplir igual que hay que cumplir el de pagar la deuda pública.
P.: Volviendo a los nombres propios, ¿tan mala era la relación entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal como para que usted escriba que no dejaron de tirarse los trastos a la cabeza desde que ocuparon el proscenio?
R.: Evidentemente la relación entre ellas no era buena. En las primarias todo el mundo creíamos que la disputa iba a ser entre Soraya y Cospedal, entre la vicepresidenta todopoderosa y la secretaria general del partido, y no hay más que mirar las hemerotecas para recordar las cosas que allí se dijeron.
P.: Otro nombre propio, Don Juan Carlos, con quien usted, monárquico convencido, ha conversado en muchísimas ocasiones. ¿Es cierto que cuando Franco le llamó, su padre, Don Juan, le dijo aquello de “Juanito, me vas a traicionar”?
R.: Totalmente. Fue en una conversación con el propio Rey Juan Carlos cuando me lo contó. Don Juan Carlos tuvo que hacer un sacrificio personal porque, como cuento en el libro, era evidente si Don Juan Carlos no aceptaba la oferta de Franco, su familia no hubiese gobernado y el dictador se habría inclinado por cualquier otro candidato. También cuento en el libro que se llegó a sondear hasta a Otto de Habsburgo. El rey tuvo que dar ese paso para salvar la Corona para su familia y lógicamente eso le costó un enorme esfuerzo. Pero, mire usted, yo no he conocido a nadie que tenga el amor y la pasión por España que tiene Don Juan Carlos.
P.: ¿Puede que el reinado de Juan Carlos I se viese empañado por lo sucedido en los últimos años antes de su abdicación?
R.: Desde el principio, el reinado de Don Juan Carlos, que gobernó tres meses para poder reinar y durante ese tiempo renunció a unos poderes que podía haber reclamado, es el verdadero motor del cambio y sus instrumentos fueron Torcuato Fernández Miranda y Adolfo Suárez. Don Juan Carlos ha tenido uno de los reinados más brillantes de toda la historia de España, no hay más que ver lo que era España en 1975 y lo que era en 2014, no sólo en términos de libertades, sino también en términos de relevancia internacional y de progreso material.
P.: Más nombres propios. ¿Cual debería ser la estrategia política de Pablo Casado?
R.: Confrontar con el Gobierno como si no existiese Vox y confrontar con Vox como si no existiese Gobierno. Tiene que hacer un proyecto muy claro, muy nítido, que nos permita reconocernos a nosotros mismos y ser reconocidos por los demás, y hacer que ese proyecto no sólo sea reactivo cuando tenga que serlo con el Gobierno, pero también proactivo, proponiendo medidas, acciones y desarrollando nuestra idea de España.
P.: ¿Continuará el ascenso de Vox o han tocado techo?
R.: Yo creo que va a continuar el ascenso de Vox a medida que se radicalice el Gobierno, y se va a radicalizar mucho en todos los temas. La reacción visceral es ponerse en el extremo contrario y eso es exactamente lo peor que le puede pasar a España. Por eso cayó la República. Decía Azaña que "la República naufraga cuando se agosta el arroyuelo liberal". Cuando el centro desaparece y priman los extremos, la convivencia se deteriora. Por eso es tan urgente crear una opción de centro atractiva para los españoles. Esta división entre Ciudadanos y PP no hace más que confundir y no ayuda nada. Hay que ponerse a la tarea.
P.: ¿Cuánto tiempo durará el Gobierno bipartito de Sánchez e Iglesias?
R.: Creo que tiempo, porque no hay una moción de censura alternativa. Creo que no van a hacer nada por las contradicciones internas de ese Gobierno, pero cuando no se hace nada en un orificio, al final se deteriora y van a ser cuatro años, que se unirán al 2015, en los que no se va a hacer nada, una década perdida.
P.: ¿Pudo urdirse la reunión de Ábalos con Delcy Rodríguez desde Moncloa? Y si es así: ¿con que fin?
R.: Este Gobierno es de coalición con Podemos que tiene lazos muy estrechos, no sé hasta donde, pero muy estrechos con el socialismo del siglo XXI bolivariano. Donde se han producido patinazos ha sido en Bolivia y en Venezuela. Creo que cuanto menos se sepa de lo que pasó, de las andanzas de Podemos en el mundo del alba mejor, y a eso responde el tema. Pero lo que es sorprendente es que sea Sánchez el primero que reconoce a Guaidó, cuando le interesaba un titular así para las elecciones, y el mismo día que a Guaidó le recibe la ministra de Asuntos Exteriores se produzcan estas andanzas de Tartarín de Tarascón, de Ábalos, por Barajas, diciendo que estaba allí por casualidad. Yo creo que esto nos va a costar muy caro en nuestras relaciones con Estados Unidos y con la Unión Europea, que son los dos anclajes de la política internacional española para tener un mayor éxito.