Antonio Campos
Opinión

El mito de la caverna

Antonio Campos

Viernes 19 de noviembre de 2021

4 minutos

El mito de la caverna

Viernes 19 de noviembre de 2021

4 minutos

Ahora represéntate el estado de la naturaleza humana, con relación a la ciencia y a la ignorancia, según el cuadro que te voy a trazar. Imagina un antro subterráneo, que tenga en toda su longitud una abertura que dé libre paso a la luz, y en esta caverna hombres encadenados desde la infancia, de suerte que no puedan mudar de lugar ni volver la cabeza a causa de las cadenas que les sujetan las piernas y el cuello, pudiendo solamente ver los objetos que tienen en frente. Detrás de ellos, a cierta distancia y a cierta altura, supóngase un fuego cuyo resplandor les alumbra, y un camino escarpado entre este fuego y los cautivos.

Supón a lo largo de este camino un muro, semejante a los tabiques que los charlatanes ponen entre ellos y los espectadores, para ocultarles la combinación y los resortes secretos de las maravillas que hacen.

Figúrate personas que pasan a lo largo del muro llevando objetos de toda clase, figuras de hombres, de animales, de madera o piedra, de suerte que todo esto aparezca sobre el muro. Entre los porteadores de todas estas cosas, unos se detienen a conversar y otros pasan sin decir nada. Se parecen, sin embargo, a nosotros punto por punto. Por lo pronto ¿crees que puedan ver otra cosa de sí mismos y de los que están a su lado, que las sombras que van á producirse en frente de ellos en el fondo de la caverna. —¿Ni cómo hablan de poder ver más, si desde su nacimiento están precisados a tener la cabeza inmóvil? — Y respecto de los objetos que pasan detrás de ellos, ¿pueden ver otra cosa que las sombras de los mismos? — No. —Si pudieran conversar unos con otros, ¿no convendrían en dar a las sombras que ven los nombres de las cosas mismas? — Sin duda. — y si en el fondo de su prisión hubiera un eco, que repitiese las palabras de los transeúntes, ¿no se imaginarían oír hablar a las sombras mismas que pasan delante de sus ojos? —Sí. — En fin, no creerían que pudiera existir otra realidad que estas mismas sombras. —Sin duda.

Mira ahora lo que naturalmente debe suceder a estos hombres, si se les libra de las cadenas y se les cura de su error. Que se desligue a uno de estos cautivos, que se le fuerce de repente a levantarse, a volver la cabeza, a marchar y mirar del lado de la luz; hará todas estas cosas con un trabajo increíble; la luz ofenderá a los ojos, y el alucinamiento que habrá de causarle le impedirá distinguir los objetos, cuyas sombras veía antes. ¿Qué crees que respondería, si se le dijese, que hasta entonces sólo había visto fantasmas, y que ahora tenía delante de su vista objetos más reales y más aproximados a la verdad? Si en seguida se le muestran las cosas a medida que se vayan presentando, y a fuerza de preguntas se le obliga a decir lo que son, ¿no se le pondrá en el mayor conflicto, y no estará él mismo persuadido de que lo que veía antes era más real que lo que ahora se le muestra? —Sin duda.

La República – Platón (427 – 347 a.C.) – El mito de la caverna

El archiconocido mito de la caverna muestra la existencia de una verdad que existe independientemente de las opiniones de los seres humanos, la presencia de los engaños constantes que nos hacen permanecer lejos de esa verdad, y el cambio cualitativo que supone acceder a esa verdad: una vez se la conoce, no hay marcha atrás.

Estos ingredientes se pueden aplicar también al día a día, concretamente a la manera en la que los medios de comunicación y las opiniones hegemónicas moldean nuestros puntos de vista y nuestra manera de pensar sin que nos demos cuenta de ello.

A los muchos ejemplos que pudieran ponerse sobre la forma actual de convertir a las personas en débiles mentales, por políticos, religiones, empresas, todos los ismos habidos y por haber (fascismo, nazismo, comunismo, chavismo, leninismo, castrismo, franquismo, socialismo, feminismo, machismo, independentismo, secesionismo, sionismo, islamismo, y así hasta ciento y la madre de todas ellas), no es otra cosa que la mentira repetida tantas veces que no dé tiempo a pensar por sí mismo en nada más, ese es, en el fondo, el verdadero mito de la caverna de Platón, el artificio, el enredo, la trampa, el trampantojo pictórico que intenta engañar a la vista jugando con el entorno, la perspectiva, el sombreado y otros efectos ópticos de fingimiento arquitectónico, consiguiendo sustituir la realidad.

En la actualidad, el mundo está convulso, cambiando el orden de las potencias bélicas y económicas, volviendo a teorías políticas y religiosas del pasado, actualizadas añadiéndoles el prefijo inseparable de nuevo, new, neo, para darle aspecto de novedad, pero siempre utilizando el viejo método de la mentira repetida de forma constante desde la más tierna infancia.

Así ha sido siempre, y así será. Y no hay más solución que la que pueda obtenerse de aquellos que han logrado una cultura independiente, justa, cierta, histórica, sin banderías, con espíritu crítico y análisis profundo y sostenido en el tiempo. Son los hombres verdaderamente libres los que pueden liberar a los esclavos de todos los ismos. Ellos son los únicos que pueden cortar las cadenas de los cautivos en la Caverna de Platón.

Sobre el autor:

Antonio Campos

Antonio Campos

Antonio Campos nació en Ciudad Real, en la España del queso amarillo y la leche en polvo de los americanos. Licenciado en Económicas, Diplomado en Humanidades, PDG por el IESE. 

Ha trabajado durante muchos años en un importante grupo multinacional del sector financiero, al que reconoce estar agradecido por haberle dado la oportunidad de desarrollarse profesional, académica, personal y humanamente. 

Conseguida cierta estabilidad profesional y dineraria, volvió a su verdadera pasión de juventud, escribir; desde entonces, han sido cuatro libros y unos dos mil artículos de opinión, económica y política, publicados en diferentes medios de comunicación, pretendiendo conjugar la libertad individual o personal (el progresismo) con la libertad económica (el conservadurismo), elogiando las ideas y no las ideologías.

Y lo hace, dice, pretendidamente independiente, ideológica y socialmente, con la libertad de quien tiene libre el tiempo, el pensamiento y la palabra.

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