Martes 11 de abril de 2023
3 minutos
Según los designios de Dios y ajustado a los diferentes credos, a lo largo de la historia, las relaciones personales y las sociales, especialmente las de pareja, se han sometido a unos códigos y pactos que están en serio cuestionamiento. Los más arcaicos critican este nuevo devenir, atribuyendo todo esto a falta de compromiso o nula capacidad de aceptar el sufrimiento. Es ahí donde me rebelo contra las relaciones muertas, imposibles, que continúan fingiendo una vida ideal que no es. Nosotras, las mujeres, sabemos que ese aguante nada tiene que ver con el amor propio y a nuestros descendientes, hijos e hijas, a los que damos un malísimo ejemplo cuando nos victimizamos o nos encarcelamos.
En relación a las personas mayores tenemos muchos prejuicios, pero lo que quiero exponer y cuestionar hoy son los mitos del amor longevo. La foto de espaldas de una pareja de la mano, alejándose en el camino, me parece la peor de las experiencias de la longevidad. Y lo digo con conocimiento de causa. En consulta he visto como el perdurar es una vivencia resignada en la mayoría de los casos y no una bella estampa.
Al momento de independizarse los hijos o la llegada de la jubilación, la situación entra en otra dinámica de vacíos, silencios incómodos y pérdida de sentido. Solos, frente a frente, sin ocupaciones urgentes, las parejas ya no se reconocen en la ilusión que iluminaron los primeros años de relación.
Las relaciones que nutren son en las que hay apegos sanos, sin condiciones y exigencias, y todo esto, lo he encontrado en relaciones de amistad, ya sea éstas vieja o nuevas. Espacios nuevos, relaciones complementarias y autocuidado son mi propuesta para enfrentar una relación sana de pareja o de soltería.
Reinventarme ha sido una constante en mi vida, lo he practicado desde joven y ahora, ya viuda, pienso que he sido una afortunada total porque no me he quedado paralizada llorando, cerrada a otras expresiones de amor.
A lo largo de la vida, las parejas se transforman. De mis ratos de lectura quiero compartiros las enseñanzas del famoso psicólogo Walter Riso, que habla de tres fases del amor. El amor erótico, el enamoramiento donde todo es perfecto y una proyección de nuestra mejor versión y una ceguera transitoria. El amor filial es el que se construye, alimenta y da lugar a una amistad cómplice de intereses comunes o complementarios. Y por último, el amor ágape, donde la solidaridad, la gentileza y la compañía nutren la vida de los que consiguieron cumplir años con el mejor amigo. El propósito no es morir apegados, sino vivir juntos y en libertad.
La foto con la que quiero identificar mi vejez no tiene nada que ver con la imagen romantizada que os comentaba al principio de este texto, sino yo en una cadena y con muchas amistades, mujeres y hombres, con los que compartir mi presente como persona vieja.
Recurriendo a mi paisana Shakira, mi lema sería: "las mujeres ya no aguantamos, las mujeres nos cuidamos y nos protegemos". Pueden contar conmigo.