Ramón Sánchez-Ocaña
Opinión

Cuando nos quejamos por perder memoria

Ramón Sánchez-Ocaña

Foto: Bigstock

Sábado 2 de octubre de 2021

ACTUALIZADO : Sábado 2 de octubre de 2021 a las 10:16 H

5 minutos

Cuando nos quejamos por perder memoria. Foto: Bigstock

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Sábado 2 de octubre de 2021

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Primera afirmación: los fallos forman parte de la misma memoria. Y nadie tiene mala memoria, sino una memoria perezosa y oxidada; que además, se ve mucho más afectada por la enfermedad o por la depresión que por la edad. El deterioro de la memoria  no se puede relacionar con la pérdida de células cerebrales, porque tenemos millones y millones de repuesto; sino con el progresivo aislamiento de las personas. Cuanto más activos sean, cuanta mayor sea su inquietud, cuanto mayor sea su actividad y su movilidad, más útil y más viva será su memoria. 

A la memoria pasan muchas cosas y que luego se recuerden o no, depende de muchos factores. Y quizá el más importante es el interés que pongamos en registrarlo. La memoria es directamente proporcional al interés que pongamos en conocer y recordar. 

La memoria se puede mejorar siempre y a cualquier edad. Nuestra memoria hace sobre todo, tres cosas. Primero, recibe información nueva; después, guarda y archiva esa información; y más tarde, la recupera cuando necesita recordarla, aunque no siempre sea con la rapidez o la fiabilidad que quisiéramos.

Hay que ser conscientes de que la memoria es como un músculo que necesita ejercicio. El peor enemigo de la memoria es la agenda, porque confiamos en las anotaciones y no hacemos esfuerzo alguno. Por lo mismo, no es aconsejable hacer la lista de la compra. Pongamos un ejemplo: imaginen que tienen que salir a la compra y deben comprar, pan, aceite, huevos, lechuga, tomate, leche y un poco de queso. No hace falta apuntarlo. Lo primero que debe hacer es asociar el primer producto con la compra, para acordarse de que tiene que comprar. El Pan. Puede imaginarse que sale y que el mercado está todo metido en un horno de pan, un inmenso horno, todo haciéndose corteza crujiente. Todo. Observará que cuanto más exagerada sea la idea, más fácil será de recordar. Todo el supermercado es un horno de pan. En ese horno distingue una gallina que está poniendo un huevo enorme o que pone un huevo directamente sobre el pan. Siga imaginando que ese huevo lo tiene que freír después con aceite y que lo acompaña para comer de una ensalada de lechuga y tomate. Puede también imaginar que el calor del horno le da sed y entonces se bebería un buen vaso de leche fría. Y como algo de menú hizo en la compra, de postre puede tomar un poco de queso .

Recapitulemos: El supermercado es un horno inmenso de pan en donde una gallina pone un inmenso huevo que usted quiere freír con aceite. Y quiere a su lado una ensalada de lechuga y tomate. Como hace mucho calor, quiere un vaso de leche fría. Y de postre queso... ¿Sería capaz ahora de recordar todo lo que tiene que comprar? Seguro que si. Pan, huevo, aceite, lechuga, tomate, leche y queso.

Cuanto más absurdas sean las relaciones que establezca, más fácil será recordarlas. Cuanto más se entrene, mejor memoria hay.

Para recordar hay que seguir las tres fases de la memoria. Las tres “R”: Registrar es adquirir la información; retener, es guardar bien los datos. Y el último paso, recordar, es recuperar las cosas de la mente. 

Las gafas, las llaves…

Otro olvido permanente es el de dónde se ponen las cosas: las gafas, las llaves, las tijeras... No tiene difícil solución. Lo primero: tener siempre un sitio para cada cosa. Y siempre que alguien lo utilice debe volver a dejarlo donde estaba. Así aparecerán siempre. Usted irá al sitio de las gafas, al sitio de las llaves, al sitio de las tijeras.

Además tiene que servirle para siempre y como norma de conducta: poner atención a lo que hace. En segundo lugar, lo que tiene que procurar es hacer una cosa de cada vez. Diversificar no conduce más que a dejar las cosas a medias. Y luego, cuando haga algo, si teme que se le puede olvidar, dígaselo en voz alta. “Estoy apagando el gas...”, “Dejo las llaves en la mesita de noche”, “He echado un terrón de azúcar en el café”. Así es mucho más difícil que se olvide. Y un último recurso: visualice la escena. Véase a sí mismo echando el azúcar, apagando el gas, o recogiendo las gafas en la mesilla de noche....

Cuando tiene que hacer algo rutinario, como tomar las pastillas de la tensión, suele ocurrir eso de no saber si se han tomado o no.

Lo primero que tiene que hacer es asegurarse de que las toma. Primer paso, pues, es asociar las medicinas con algo que haga todos los días a una hora determinada. Con el desayuno, por ejemplo. Ponga las medicinas junto al café. Si es puntual a la hora de ir al baño, póngalas en ese sitio al que indefectiblemente mira cuando está en el baño. 

Y después de tomarlas, además de esos trucos, para recordarlo tiene que establecer más estrategias. Porque un olvido con las medicinas puede ser más serio. Así que le recomendamos algo verdaderamente especial: primero todo ese arsenal de trucos: decirlo en voz alta, verse tomando las pastillas. Pero hay algo más. En este caso, debe haber un sitio para las pastillas antes de tomarlas y otro para después de haberlas tomado. Por ejemplo: en un cajón antes de tomarlas y en otro después. Así, si en algún momento tiene dudas, podrá saberlo por el lugar en que están.

Una buena memoria se tiene si hay concentración, observación e interés. Y recuerde que la memoria es una capacidad que se puede mejorar siempre. Y que olvidar es necesario. Lo importante es elegir lo que queremos recordar y poder hacerlo. Y no olvide que la ansiedad y las preocupaciones, alteran la memoria...

¿Y quien tiene más memoria: el hombre o la mujer?

Después de varias pruebas se llegó a la conclusión de que la mujer tiene mejor memoria que el varón. La mujer recuerda mejor ideas generales, cosas de la niñez, los sonidos, los gustos y los paisajes. Recuerda mejor los sucesos, los colores y las modas.

El varón solo aventaja a la mujer en recordar números y métodos. Quizá porque cree que eso le interesa más.

Sobre el autor:

Ramón Sánchez-Ocaña

Ramón Sánchez-Ocaña

Ramón Sánchez-Ocaña (Oviedo, 1942) es miembro del Comité Editorial de 65Ymás. Estudió Filosofía y Letras y es licenciado en Ciencias de la Información. Fue jefe de las páginas de Sociedad y Cultura de El País, y profesor del máster de Periodismo que este periódico organiza con la Universidad Autónoma de Madrid. 

En 1971 ingresa en TVE. En una primera etapa se integra en los servicios informativos y presenta el programa 24 horas (1971-1972). Entre 1972 y 1975 continúa en informativos, presentando el Telediario. No obstante, su trayectoria periodística se inclina pronto hacia los espacios de divulgación científica y médica, primero en Horizontes (1977-1979)​ y desde 1979 en el famoso Más vale prevenir, el cual se mantiene ocho años en antena con una enorme aceptación del público.

Tras presentar en la cadena pública otros dos programas divulgativos, Diccionario de la Salud e Hijos del frío, fue fichado por Telecinco para colaborar primero en el espacio Las mañanas de Telecinco y posteriormente en Informativos Telecinco.

Es colaborador habitual de radio, periódicos y revistas, y autor de una veintena de libros, entre los que destacan Alimentación y nutrición, Francisco Grande Covián: la nutrición a su alcance, El cuerpo de tú a tú: guía del cuerpo humano, Guía de la alimentación y Enciclopedia de la nutrición

En 2019 entró en el Comité Editorial del diario digital 65Ymás, en el que colabora actualmente.

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