
Martes 5 de enero de 2021
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Permitidme una mirada a la historia. Exactamente, al 5 de enero de 1921, hace hoy un siglo. Cuando todavía se escuchaban los saludos al Año Nuevo, los periódicos decían: “Espantosa catástrofe en la Ría de Arosa”, “Terrible siniestro”, “Horroroso naufragio”… El vapor “Santa Isabel” había salido de A Coruña con cerca de 300 emigrantes, con destino a Buenos Aires. A la altura de la isla de Sálvora, de madrugada, un tremendo temporal lo estrelló contra las rocas. Murieron 214 personas. Desde entonces se habla del Santa Isabel como del Titánic gallego. Yo lo quiero recordar como homenaje a aquellas gentes que habían salido de sus aldeas en busca de una vida mejor y sus familias solo recibieron sus cadáveres. Celestino Viéitez, el mayor estudioso de la tragedia, me hace notar un detalle: a los tres días del hundimiento, todos los periódicos publicaban la lista de fallecidos. Y no es solo que funcionase la información. Es que aquellos emigrantes iban documentados. ¡Qué gran lección para este tiempo! Sobre el dolor de la memoria, sobre la huella amarga de aquella emigración masiva, debe quedar que esos hombres y mujeres, también niños, eran seres humanos con nombres, apellidos y familia conocida. A lo mejor es que no había mafias.