El cuello es una parte de nuestra anatomía a la que no solemos dar demasiada importancia, salvo cuando se presenta algún tipo de molestia o dolor. Solo entonces reparamos en que una mala postura, un giro brusco, levantar peso de forma inadecuada o acumular tensión en la zona provoca que nos cueste mover la cabeza con normalidad, complicando hasta los movimientos más sencillos del día a día.
Médicos y fisioterapeutas insisten en la importancia de consultar con el especialista si las molestias en el cuello se repiten con frecuencia o se prologan en el tiempo porque, aunque en la mayoría de los casos su origen está en una mala posición continuada, también podrían ser síntoma de algunas enfermedades como la artrosis, la artritis reumatoide, una hernia discal o incluso la meningitis.
Exceptuando estas patologías, un cuello “sano” puede cuidarse fortaleciendo sus músculos principales, que cumplen una función esencial: sujetar nuestra cabeza y proteger una estructura tan vital y frágil como es la que forman las vértebras cervicales.
Escaleno, esplenio, angular o el famoso esternocleidomastoideo son solo algunos de los músculos que forman parte de la estructura de nuestro cuello. Cuanto más fuertes estén, mejor sostendrán la cabeza, contribuyendo a mantenerla bien recta y a proteger la zona evitando lesiones frecuentes.
La musculatura del cuello se puede trabajar con ejercicios específicos, como los que propone la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (@SERMEF_es). Se trata de movimientos sencillos, muchos de ellos isométricos, que incluyen algún elemento para crear resistencia e incrementar el esfuerzo. Están pensados para hacerlos cuando no existen molestias en el cuello, precisamente para fortalecerlo y conseguir prevenirlas.