Salud

Geriatra que medicalizó residencias en Madrid: "Nos vimos desbordados"

Pablo Recio/ Fernando Quintela

Foto: Fernando Quintela

Lunes 14 de diciembre de 2020

ACTUALIZADO : Lunes 14 de diciembre de 2020 a las 9:59 H

7 minutos

Decenas de sanitarios se desplazaron a estos centros para asistirles en la primera ola

Geriatra que medicalizó residencias en Madrid: "Nos vimos desbordados"
Pablo Recio/ Fernando Quintela

Foto: Fernando Quintela

Lunes 14 de diciembre de 2020

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65Ymás entra en una Planta COVID de un hospital donde atienden a los mayores de residencias

Una geriatra de la planta COVID de un hospital alerta de las posibles consecuencias de las navidades

Pocas residencias de la Comunidad de Madrid se libraron de tener contagios de coronavirus durante la primera ola de la pandemia. Y en muchas, debido al colapso sanitario, no se pudo recibir toda la asistencia médica necesaria a tiempo, según denuncian las propias empresas gestoras de estos centros.

Esto, sumado a un cierre tardío de la mayoría de centros, a una sectorización ineficaz en muchos casos, a una alta incidencia de contagios, a la falta de personal y a la escasez de material de protección y de test, tuvo como consecuencia que cerca del 10% de la población residente falleciese en primavera (más de 6.000) por coronavirus. 

Con todo, la respuesta a la pandemia en residencias no fue idéntica en toda la Comunidad de Madrid. Algunos hospitales, como el Puerta de Hierro de Majadahonda –que 65Ymás pudo visitar a principios del mes de diciembre–, tenían desarrollado ya de antemano un sistema de coordinación sociosanitaria y eso, según reconocen los propios médicos, les facilitó dar un apoyo precoz que ayudó a detectar muchos casos a tiempo, ya que tenían contacto diario y directo con todos las residencias de su zona y conocían qué necesidades tenían. 

Este diario ha podido conversar con Cristina Bermejo, geriatra del Puerta de Hierro, que ha contado cómo vivieron la primera ola y de qué manera lograron asistir a todas las residencias de la zona, estando en un municipio, Majadahonda, que fue duramente castigado por la epidemia en marzo y abril. 

El caso del Hospital Puerta de Hierro

"Tuvimos de golpe muchísimos casos. Pasamos de siete u ocho llamadas de centros sociosanitarios a más de 100 al día. Y pasamos a necesitar más teléfonos, porque comunicábamos todo el tiempo. Entonces, nos empezaron a ayudar de otros servicios, porque el de Geriatría no podía atender a todos", cuenta Bermejo. 

Así, al ver este aumento exponencial de casos –prosigue la geriatra– decidieron ponerse manos a la obra y asistir directamente in situ a los pacientes dando tratamientos, haciendo PCR, sectorizando la residencia o formando al personal.

"En marzo, empezamos con dos coches a ayudar a demanda. Lo que nos encontrábamos es que muchos pacientes necesitaban oxígeno y había mucho personal de baja. Y como había tantos centros afectados y la mortalidad estaba aumentando de forma progresiva, el Hospital se sensibilizó mucho y, en seguida, la gente se presentó voluntaria de todos los servicios y se formaron 12 equipos, cada uno con un coche que nos dio una empresa", asegura. 

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"Ha sido muy duro. Los sanitarios nos vimos desbordados por una infección que no conocíamos. Pero ha hecho también que nos unamos muchísimo. Aunque está claro que hay muchos sanitarios que han colapsado", reconoce Bermejo a la vez que recuerda cómo los profesionales de su hospital volvían durante la primera ola a casa "con miedo de infectar a la familia" por la falta de material sanitario. 

No obstante, la geriatra piensa que lo más duro de la pandemia lo vivieron los propios profesionales de las residencias. "Ellos lo han vivido peor, porque no tenía unión y se han sentido solos. Tenían menos trajes, desconocimiento y menos recursos", señala. 

No se hizo "triaje" en primavera

Por otra parte, Bermejo niega que se realizase, al menos en su centro, un "triaje" y que no se ingresase a las personas por razón de edad en primavera. "En el hospital había habitaciones individuales y se han duplicado las camas. Las hemos puesto en todos los sitios. Además, en la Comunidad de Madrid teníamos hospitales de apoyo. Por ejemplo, de los centros sociosanitarios les derivamos al Hospital de la Cruz Roja", apunta. 

En cuanto a los criterios aplicados durante la primera ola para ingresar a un mayor dependiente en planta o en una UCI, Bermejo defiende que esta decisión se tomaba en base a las condiciones de la residencia y al estado del paciente.

"Cuando te llaman, evaluamos a las personas, y luego, a la residencia y a su personal. Hay residencias que tienen médico, enfermera 24 h., ponen tratamientos intravenosos, tienen oxigenoterapia... Según lo que te contaban, si el paciente sólo necesitaba oxígeno y suero, se quedaba allí, porque el hospital ha sido siempre muy agresivo para los mayores y más en ese momento, al no poder estar con las familias. Al menos en las residencias estaban en su entorno de siempre", apunta.

Y añade: "Luego, a aquellas personas que no tenían esas posibilidades las trasladábamos aquí o al hospital de la Cruz Roja. Así que si lo que necesitaban se podía dar en residencias, se hacía allí, y si necesitaba oxígeno en dosis muy altas, se le daba en el hospital". 

El mayor problema, el aislamiento de los pacientes

Así, la geriatra sostiene que el mayor problema no fue una "falta de atención", sino "la limitación del acompañamiento familiar". "Es lo más frustrante. Tanto en la primera ola como ahora es lo que más problema da", denuncia.   

Y es que el aislamiento social, tanto en los centros médicos como en las propias residencias, ha hecho mella en los mayores, según Bermejo. "Hicimos un estudio después de la primera ola y el 60% de los residentes estaban con síntomas de depresión. Además, ha habido una repercusión nutricional. Los mayores están acostumbrados a comer en las residencias todos juntos y, algunas veces, comen porque ven al de delante hacerlo. Eso se nota mucho. Y por el hecho de no poder caminar, algunos que eran independientes para todo se han convertido en dependientes", afirma. 

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Miedo al hospital

Finalmente, la geriatra reconoce que la propia COVID-19 acrecentó el miedo en algunos mayores de las residencias a ser ingresados. "Ahora mismo, cuando te dicen que tienes la infección, tienes miedo a que seas una de las personas que va a ir mal. Y si eres mayor tienes más posibilidades", comenta.  

Sin embargo, no todos los mayores reaccionan de la misma manera. "Algunos consideran que han vivido muchísimos años y, otros, que quieren ir al hospital, aunque no tengan nada. Es algo muy personal. De hecho, en una ocasión, cuando estuvimos yendo a residencias, me acuerdo de un hombre que, cuando le explicamos que tenía la infección y que, probablemente, teníamos que llevarle al hospital, nos dijo que no, que había vivido mucho y que quería estar con su mujer hasta el último momento, aún sabiendo que eso le podía llevar a fallecer", ejemplifica. "También pasaba con los hijos. Algunos decían: 'No les lleves'. Y otros pedían que fuesen, aunque no les pasase nada, para que se quedase tranquila la familia", concluye. 

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Pablo Recio/ Fernando Quintela