El herpes labial es una infección viral frecuente que sufre cerca del 70% de la población. Se trata de pequeñas ampollas llenas de líquido que se agrupan formando manchas y pueden durar varios días e incluso semanas.
Se trata de una infección molesta y, en ocasiones, antiestética. El herpes puede contagiarse de una persona a otra, al besarse o compartir un vaso o una toalla, por ejemplo.
El herpes es causado por el virus del herpes simple tipo 1. Al igual que sucede con otros virus, una vez logra infectar al organismo, jamás se cura: puede desaparecer y mantenerse latente, pero se reactivará con el paso del tiempo, especialmente en situaciones de estrés, fiebre, cansancio, cambios hormonales, exposiciones al sol o bajas temperaturas.
Las personas infectadas con el virus suelen sufrir un hormigueo o picazón alrededor de los labios durante los primeros días, a lo que le sigue la aparición de las ampollas y finalmente las costras. En un primer brote podría provocar incluso fiebre, dolor en las encías, garganta, cabeza o músculos, entre otros.
Existen en el marcado varios tratamientos destinados a reducir la sintomatología y acelerar el proceso de curación de las lesiones, como son:
Tanto los parches como los apósitos líquidos nos ayudarán a delimitar las lesiones, reducir los contagios, calmar los síntomas y mejorar la cicatrización, además de disimular las lesiones.
Por todo ello, tanto las cremas como los parches son eficaces. No obstante, según el tipo de lesión será preferible un tipo u otro, aunque los parches podríamos decir que son algo más seguros en cuanto a contagios, protección de la lesión y disimulo de la infección.