Medicina preventiva

¿Cómo actuar frente a la agresividad en las personas mayores que sufren alzhéimer?

Mariola Báez

Foto: Bigstock

Viernes 17 de enero de 2020

3 minutos

Es una de las manifestaciones más duras de la enfermedad y hay que saber manejarla lo mejor posible

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Mariola Báez

Foto: Bigstock

Viernes 17 de enero de 2020

3 minutos

La enfermedad de Alzheimer es una demencia compleja que no solo implica un progresivo deterioro cognitivo en aspectos que abarcan desde la memoria hasta el lenguaje, sino, además, cambios conductuales, especialmente en sus fases más avanzadas.

La agitación, ese estado de inquietud y nerviosismo que puede presentar un enfermo, y la propia agresividad son dos episodios que pueden surgir en cualquier momento pero, como señala la Fundación Pascual Maragall (@fpmaragall) en la mayoría de los casos tiene un desencadenante que, aunque no siempre resulte sencillo, hay que intentar averiguar. Los cuidadores y las personas que atienden a sus familiares con alzhéimer han de comprender que muchas veces es la  dificultad para expresar sus necesidades, sus preocupaciones o sus emociones lo que realmente está detrás de ese comportamiento agresivo, que es importante lograr minimizar para que no derive en una situación en la que tanto la persona enferma como quien le cuida puedan sufrir algún daño.

agresividad Alzheimer

¿Qué se puede hacer ante un episodio de agresividad?

En su Guía Práctica para Familiares de Enfermos de Alzheimer, la Fundación Reina Sofía (@Fund_CIEN) recuerda que es básico no olvidar que la conducta agresiva nunca es voluntaria. Es fruto de la enfermedad y por eso poder manejar esos momentos complicados es importante, como parte de los cuidados que requiere la persona que padece alzhéimer.

Hay que intentar conocer la causa y estar prevenidos en el momento en que la agitación se manifiesta porque esa inquietud inicial suele ser el paso previo a un episodio agresivo. Puede que la persona enferma simplemente se encuentre mal, con un dolor de cabeza o de estómago, que tenga frío o calor, que esté cansado (y no le apetezca terapia alguna en ese momento) o que no reconozca la esponja y el jabón y no entienda para qué sirven y por qué intentas asearle… son mil las situaciones posibles, pero generalmente alguna es el desencadenante de esa reacción que puede tener niveles distintos, desde un enfado que incluya gritos o insultos, hasta un intento de agresión física.

Entre los consejos básicos que pueden ayudar en estos momentos, la Fundación destaca la importancia de mantener la calma y el tono sereno, evitando responder con gritos o gestos que pudieran incrementar el nivel de agresividad empeorando la situación.

Nunca hay que discutir, sino intentar desviar la atención de la persona enferma hacia un estímulo positivo, distinto del que está viviendo. Si una conversación le incomoda de alguna manera, muestra nerviosismo (tal vez porque estás hablando de alguien que él no consigue recordar), simplemente cambia, con tacto, de tema. Cada personas es distinta y hay que averiguar qué funciona a la hora de lograr que la agresividad no avance.

En episodios graves, no hay que dudar en pedir ayuda si la situación está fuera de control. Es esencial evitar cualquier tipo de daño o lesión.

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Mariola Báez

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