La Insuficiencia Venosa Crónica (IVC) surge cuando las venas no poseen la suficiente capacidad para conseguir que la circulación sanguínea de retorno se realice correctamente. El origen de la enfermedad está en la pérdida de elasticidad de las propias venas y en el mal funcionamiento de las minúsculas válvulas que se encuentran en su interior y que se encargan de impulsar la sangre en su recorrido de regreso hacia el corazón.
Como señala la Asociación Cuida tus Venas (@CuidaTusVenas), esta es una patología que se agrava con el tiempo y debe ser tratada lo antes posible para impedir la formación de varices, arañas vasculares y, sobre todo, evitar la aparición de graves úlceras venosas, que pueden acabar manifestándose en las extremidades inferiores.
El riesgo de sufrir Insuficiencia Venosa Crónica se incrementa con los años, aunque una dieta equilibrada que evite la obesidad y algo de ejercicio físico, como caminar a diario al menos 30 minutos, son medidas preventivas sencillas y eficaces.
La enfermedad se manifiesta con síntomas fácilmente reconocibles, ante los que la visita al especialista no debe demorarse. Las principales señales de aviso que recuerda el Capitulo Español de Flebología y Linfología (@seacv_esp) son:
La insuficiencia venosa incrementa el riesgo de formación de coágulos (tromboflebitis) y úlceras venosas, por lo que detectarla y tratarla a tiempo es esencial para una correcta recuperación.