Nuestro corazón es una 'máquina' casi perfecta, que se encarga de bombear la sangre para que llegue a todos nuestros órganos vitales realizando dos movimientos: uno de contracción (sístole) y uno de relajación (diástole). Lo hace a un ritmo constante habitualmente, tal como explican expertos cardiólogos, entre 60 y 100 veces por minuto en un adulto sano y en estado de reposo.
La insuficiencia cardíaca congestiva (ICC) es una afección que provoca que el corazón no pueda bombear sangre al resto del cuerpo de forma eficiente, lo que puede producir que otros órganos o sistemas tengan dificultades para su correcto funcionamiento. Es la causa más frecuente de hospitalización en personas mayores de 65 años y se trata de una enfermedad de gran prevalencia, que afecta a más de medio millón de personas en España. Su incidencia no ha parado de incrementarse en los últimos años. Fundamentalmente, por dos razones: el progresivo envejecimiento de la población y la alta prevalencia en este segmento de edad de enfermedades asociadas a ella, como la hipertensión arterial, la obesidad y la diabetes.
Esta afección se asocia a mayor riesgo de institucionalización, reingreso, disminución de calidad de vida y aumento de mortalidad en el paciente mayor que la padece. Según explica la doctora Nieves Fernández Letamendi, geriatra en el Hospital Quirónsalud Zaragoza y autora del blog Llenar de vida los años, la insuficiencia cardiaca debe ser abordada "desde el punto de vista multidisciplinar" y "son fundamentales, para la mejora del paciente, los cuidados posteriores tras el alta y el seguimiento estrecho". En su éxito se conjugan el tratamiento farmacológico y el no farmacológico.
Tal y como apunta esta especialista de Quirónsalud, los síntomas más clásicos que nos deben hacer sospechar una descompensación cardíaca son:
Sin embargo, con mucha frecuencia, especialmente en mayores, la ICC puede presentarse de manera atípica, asociada a desnutrición, fatiga, cansancio, debilidad muscular (que incluso favorezca caídas), anorexia, ansiedad, depresión, delirium o deterioro cognitivo.
En el 70% de los casos de insuficiencia cardiaca en los mayores, la causa principal incluye la hipertensión arterial y la enfermedad isquémica coronaria. Pero es más frecuente que la causa sea multifactorial. Pueden asociarse, a los anteriores, valvulopatías, obesidad, trastornos del ritmo, abuso de alcohol, toma de determinados fármacos, insuficiencia renal, anemia o disfunción tiroidea, entre otras enfermedades.
La doctora Fernández Letamendi señala también cuáles son los factores que pueden desencadenar que se produzca una insuficiencia cardíaca o que pueden agravarla en caso de que se presente:
- El incumplimiento terapéutico (fármacos o dieta) es responsable de hasta dos tercios de las ICC en pacientes mayores.
- En enfermos hospitalizados, la sobrecarga de fluidos es una causa importante, especialmente las que se necesitan en determinadas cirugías.
- La pérdida de reserva cardiovascular es frecuente en enfermos mayores, y, como resultado, cualquier patología aguda, o incluso el empeoramiento de enfermedades crónicas, puede desencadenar o agravar un cuadro de insuficiencia cardiaca.
Por último, la experta explica cómo los especialistas en Geriatría pueden ayudar a tener más controlada la insuficiencia cardíaca:
- Valorar las causas de la descompensación teniendo, en muchas ocasiones, un diagnóstico más precoz, ya que al conocer la presentación atípica es más fácil orientar el diagnóstico.
- Ajustar el tratamiento farmacológico, teniendo en cuenta las posibles interacciones con otros fármacos y la influencia que va a tener el envejecimiento en la respuesta a algunos de ellos: lo que está indicado para un paciente de 50 años, puede ser contraproducente para uno de 75, en atención a su comorbilidad, su edad biológica y grado de fragilidad. Se intentará, en la medida de lo posible, disminuir la polimedicación, que incrementa el riesgo de reacciones adversas medicamentosas.
- Valorar la indicación de derivación a Cardiología para la realización de determinadas pruebas específicas (Ecocardiograma, Holter…) o para poder plantear de manera conjunta y multidisciplinar, si determinados tratamientos intervencionistas (como implantar, por ejemplo, una TAVI –implante percutáneo de válvula aórtica– si se presenta una estenosis aórtica severa) son técnicamente viables y pueden mejorar la calidad de vida del paciente.
- Asesorar al paciente en varios aspectos del tratamiento no farmacológico. En este sentido, resulta fundamental: