Sociedad

¿El coronavirus nos cambiará para siempre? La Historia no siempre da la razón a estas predicciones

Marta Vicente

Miércoles 5 de mayo de 2021

9 minutos

Muchos expertos han vaticinado los cambios sociales que sucederán tras la pandemia

¿El coronavirus nos cambiará para siempre? La Historia no siempre da la razón a estas predicciones
Marta Vicente

Miércoles 5 de mayo de 2021

9 minutos

Desde el inicio de la pandemia, hemos escuchado que el mundo nunca volverá a ser igual. Varios expertos han asegurado que el coronavirus va a cambiar las costumbres y otros aspectos de nuestra vida para siempre. No volveremos ser tan afectivos. No pisaremos con tanta frecuencia las oficinas porque el teletrabajo ha llegado para quedarse. Evitaremos las aglomeraciones. No viajaremos tanto al extranjero y se impondrá, de esta forma, el turismo nacional. Estos son algunos ejemplos que hemos oído durante el último año. Sin embargo, ¿realmente será distinto? Puede que sí, aún es imposible saberlo. Sin embargo, basándonos en otros hechos que marcaron a la sociedad en el pasado, la Historia no coincide tanto con este argumento. Por ello, hemos seleccionado algunas predicciones que no se cumplieron y las consecuencias que acarrearon otras pandemias mundiales, las cuales no sostienen ciertas creencias actuales.

El 11-S no provocó una caída de los viajes en avión

Los atentados contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 estremecieron al mundo entero. Fue, probablemente, el hecho que marcó con mayor dureza a los estadounidenses y que supuso el inicio de la llamada “guerra contra el terrorismo”.

Después del atentado la sociedad pensaba que intentaríamos evitar a toda costa los atentados y que, por tanto, la gente no cogería tanto el avión. Esto mismo sucedió tras el 11-M y la supuesta disminución de los viajes en tren. En cambio, este pensamiento de autoprotección duró muy poco. 

La ciudad de Nueva York tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. (The U.S. National Archives)

En un principio, los neoyorkinos consideraban que permanecer en la ciudad no era seguro, pero la mayoría se quedó allí. Los viajes en avión protagonizaron una caída los primeros meses, pero después incrementaron hasta batir récords diarios.

Por otra parte, como es lógico, esta masacre afectó a la política y a la sociedad estadounidense en gran medida. Esto se observó en la extrema vigilancia en los aeropuertos tras los atentados, ya que los sistemas de seguridad tomaron un rumbo que nadie imaginaría. Pero, la disminución prolongada de los viajes en avión, no sucedió.

"La democracia liberal como forma final de gobierno humano"

El optimismo del científico y político Francis Fukuyama, le llevó a escribir el polémico libro de ‘El fin de la historia y el último hombre’, publicado en el verano de 1989. En él, el autor expone que, tras la disolución de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín de 1989, ”la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano”.

"El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas", escribió Fukuyama, entendiendo como 'historia' la dirección que toma la conciencia humana y que supone el triunfo de la democracia burguesa. La guerra del Golfo, el terrorismo islámico, la guerra de Irak; la crisis financiera y las desigualdades son algunos de los hechos posteriores que tumbaron la tesis del científico.

La desmesurada cifra de muertes por gripe aviar

Neil Ferguson, profesor de biología matemática, hizo en el año 2005 una de las predicciones más recordadas en Reino Unido. El profesor vaticinó lo siguiente sobre la gripe aviar: "Alrededor de 40 millones de personas murieron en 1918 por el brote de gripe española, y ahora hay seis veces más gente en el planeta, así que puedes escalarlo a 200 millones", recogió ‘The Guardian’. 

La gripe aviar

No fue la primera vez que Ferguson falló con sus cálculos extraños, ya que ocurrió algo parecido con la gripe porcina y la epidemia de las vacas locas. Pensar en el número máximo de fallecidos puede ser alarmante y que, finalmente, la cifra no se alcance, pero conlleva a tomar medidas más restrictivas y, en cierta manera, afecta a los comportamientos sociales.

Después de la gripe española, llegaron ‘los felices años 20’

Durante miles de años, las personas han tenido que lidiar con múltiples pandemias. Las poblaciones pasadas eran más vulnerables sin los avances de la medicina moderna. En concreto, se estima que la gripe española de 1918 acabó con la vida de 50 millones de personas, aproximadamente, de la cual hace poco más de 100 años. 

En los años de la gripe española se establecieron medidas muy similares a las del coronavirus: cierre de espacios públicos, de escuelas y fronteras; el confinamiento y cuarentena; métodos de desinfección, etc. Por ello, no sería raro pensar que las consecuencias serían similares a las del coronavirus. 

Después de esta lacra, la gente no evitó las aglomeraciones. Tampoco se volvió más miedosa, ni se quedaba en casa en lugar de salir de fiesta o quedar con amigos. Es más, por algo esta época se la denomina como 'los felices años 20' o 'los años locos', que coincidió con el fin de la Primera Guerra Mundial y la prosperidad económica en varios países. El mundo buscó de nuevo el contacto social y el desenfreno.

Gripe española

Además, algunos expertos sostienen a día de hoy que la mascarilla no se va a ir y que vamos a seguir utilizándola durante mucho tiempo. «Ponte una máscara, salva tu vida», advertían las autoridades sanitarias estadounidenses con la gripe española. Sin embargo, esta medida de protección no se mantuvo después de la pandemia.

La peste negra mejoró el nivel de vida de los supervivientes

Siguiendo con otras plagas, la peste negra es considerada una de las más devastadoras de la historia de la humanidad. Alcanzó su punto máximo entre 1347 y 1351, años repletos de muerte y desolación: la pandemia mató entre 75 y 200 millones de personas en todo el mundo y, concretamente, se cree que acabó con la mitad de la población de Inglaterra. 

Este virus acarreó una profunda confusión psicológica y emocional pero, sorprendentemente, mejoró el nivel de vida de los supervivientes. Al contrario de lo que se podía imaginar con la caída de la economía, los campesinos ingleses que sobrevivieron disfrutaron de una época dorada de prosperidad y de nuevas oportunidades.

A su vez, la peste negra provocó grandes cambios en la cultura, plasmados en muchas obras de arte; arquitectónicos, con los nacimientos de nuevos estilos; y avances en la medicina.

Al igual que ocurrió durante la gripe española, los doctores de la peste utilizaban medidas de protección para evitar los contagios. No existían las mascarillas, pero usaban ese siniestro atuendo que incluía un sombrero y una máscara con una nariz de 15 centímetros en forma de pico. Muchos historiadores aseguran que el vinagre era el actual gel hidroalcohólico y que las personas se rociaban con él. Por suerte, nada de esto perduró en el tiempo.

Doctor de la peste negra (Wikimedia commons) Grabado de Paul Fürst, 1656.

La hambruna ocasionada por la superpoblación

"La batalla para alimentar a toda la humanidad ha terminado. En la década de 1970, cientos de millones de personas morirán de hambre a pesar de los programas de choque emprendidos ahora. En este momento nada puede evitar un aumento sustancial en la tasa de mortalidad mundial", afirmó el biólogo Stanford Paul R. Ehrlich, especializado en superpoblación humana, en su famoso libro ‘The Population Bomb’ (1968), que fue un éxito de ventas. Aseguró que ya era demasiado tarde para evitar un apocalipsis ocasionado por la superpoblación y que, de hecho, la escasez de recursos provocaría ciento de millones de muertes por inanición en una década.

A diferencia de los anteriores hechos mencionados, este ejemplo no es el resultado de una catástrofe o tragedia social que impacta a la población. Pero, demuestra que, como dijo David Epstein en ‘The Atlantic’, “las autoridades acreditadas son cómicamente malas para predecir el futuro”. Por ello, se auguran grandes catástrofes ocasionadas por el nuevo rumbo que toma la humanidad y se pronostica que, a corto plazo, todos vamos a morir de una manera u otra.

Dicho esto, en este libro,  Ehrlich establece una serie de escenarios hipotéticos sobre los desastres que ocurrirán, entre los cuales menciona la propagación de la hambruna por todo el planeta y la extinción de la raza humana por el deterioro del medio ambiente. 

En 1971, el autor llegó a decir que, en el año 2000, el Reino Unido sería un “pequeño grupo de islas empobrecidas habitadas por 70 millones de personas hambrientas”. Por suerte, aún podemos decir que este pronóstico no se ha hecho realidad.

Sobre el autor:

Marta Vicente

Marta Vicente Carmona es Graduada en Periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos y Máster de Marketing Digital y en Edición y Postproducción Digital. Es redactora especializada en temas de sociedad y salud y tiene experiencia como Community Manager.

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