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Armas químicas y biológicas, refinamiento de la guerra

Ramón Sánchez-Ocaña

Foto: Bigstock

Jueves 17 de marzo de 2022

7 minutos

El miedo y los efectos psicológicos pueden ser peores que los físicos

Armas químicas y biológicas, refinamiento de la guerra
Ramón Sánchez-Ocaña

Foto: Bigstock

Jueves 17 de marzo de 2022

7 minutos

Se habla de la posibilidad de que en la invasión de Ucrania, Rusia pueda utilizar armas químicas o biológicas. En este reportaje. hacemos un repaso de qué son y cómo actúan.

Cuando a Albert Einstein le preguntaron cómo sería la III Guerra Mundial respondió con esa simplicidad que le caracterizaba: No sé cómo podría ser la III Guerra Mundial, pero de lo que sí estoy seguro es de que si se produce, la IV será con piedras.

Einstein estaba convencido de que el armamento de hoy es lo suficientemente potente como para que el hombre, en caso de guerra mundial, se vea obligado a volver a la era de las cavernas, a inventar el hacha de sílex y a luchar por la supervivencia y el suelo con piedras.

Y uno de esos temores se llama, en lenguaje militar, ABQ, que son las iniciales de atómico, biológico y químico.

De la guerra atómica queda el recuerdo de Hiroshima y Nagasaki. Y la conciencia de que aquellas bombas eran mínimas en relación a las que hoy existen.

Uno de los productos más potentes es el gas neurotóxico VX. Este gas nació en 1955 cuando en un laboratorio se estaban investigando y produciendo distintos tipos de insecticidas. La familia de estos gases se llama V. Y el más agresivo es el VX. Produce una intoxicación aguda del sistema nervioso. La inhalación y el contacto cutáneo del VX puede acarrear una muerte rapidísima. Una dosis mínima -0,1 miligramos- basta para matar por vía respiratoria. Cinco miligramos son suficientes  para causar la muerte por la piel. Es el arma más potente de este tipo. Su fórmula permanece en secreto. (La Organización Mundial de la Salud sugiere que se trata del etil-S- dimetilamino etil-metil fosforotioato.)

También la peste podría constituir un arma poderosa. Es muy infecciosa, resulta fácil de cultivar en grandes cantidades y los agentes patógenos guardan, durante años, su virulencia. 

El sarín

El día 4 de julio de uno de los primeros años del siglo XXI los Estados Unidos hablaron de alerta. El FBI comunicó que se temía que algún terrorista depositara gas sarín en una estación del metro.  

El sarín es un líquido volátil que se evapora a la temperatura ambiente. Las armas con sarín conllevan una especie de pulverizador, ya que así se consigue una mejor vaporización. Bastaría con que un hombre estuviese expuesto durante diez minutos a una atmósfera que contuviera 10 miligramos de gas por metro cúbico, para morir. En Septiembre de 1995 los seguidores de la secta 'La verdad suprema' atacaron el metro de Tokio con este gas. Murieron 12 personas y resultaron afectadas más de 5.500.

No aprendemos de la historia

El 22 de abril de 1915 la era moderna conoció directamente el empleo de este tipo de armas. Los alemanes, sobre los frentes de Bischoote-Langemack, atacaron a base de cloro, el gas asfixiante. Ciento setenta y ocho toneladas de cloro produjeron en unas horas 15.000 intoxicaciones. En esa historia que no se escribe oficialmente se cuenta que los alemanes infectaban el ganado que salía de Estados Unidos con destino a los aliados a base de muermo y carbunco. En la guerra chino-japonesa de 1940 se acusó a los japoneses de producir intencionadamente varios brotes de peste arrojando desde distintos aviones prendas y trapos conteniendo pulgas parasitadas.

Un periodista americano -y lo cuenta el profesor Matilla en el discurso de su ingreso en la Academia de Medicina-  acusó a Rusia en 1947 de haber provocado la última epidemia de cólera de Egipto en donde hubo 10.000 muertos. En 1952 fue Rusia quien acusó a Estados Unidos de emplear un arma biopatógena en Corea del Norte.En el mismo año, China acusó a Estados Unidos de violar su espacio aéreo y de enviar ratas, pulgas y productos contaminados de cólera y salmonellas. 

Pero las grandes cantidades que se precisan y la dificultad de su transporte han forzado la investigación de nuevas armas de este tipo. Son los conocidos como “nuevos tóxicos” de guerra, entre los que destacan los llamados gases nerviosos.

 

Armas químicas

Gases nerviosos

Cuando los norteamericanos entraron en Alemania, concluyendo así la II Guerra Mundial, se encontraron perfectamente camuflados en distintos depósitos subterráneos grandes cantidades de gases tóxicos y nerviosos (señal de que no fueron utilizados, al menos los de aquellos almacenes). Eran el tabún y el sarín.

El tabún es un derivado fosfórico. Se descompone por el calor liberando cianhídrico. Reacciona desprendiendo calor con clorato y forma tóxicos muy violentos. Es un tóxico general. En el hombre produce una paralización de los músculos voluntarios -incluso los respiratorios- y los músculos lisos sufren movimientos espasmódicos. Puede ser mortal a concentraciones mínimas.

Del sarín ya hemos hablado. Es una especie de tabún perfeccionado. Sus características son las mismas, pero “mejora” el resultado, ya que es tres veces más tóxico.

El soma es también otro derivado fosfórico. Se comenzó a estudiar después de la II Gran Guerra y no hay muchas noticias sobre él. Incluso hay detalles contradictorios en la información. Pero se sabe que su elaboración es muy compleja y que es mucho más tóxico que el sarín.

Agresivos químicos

  • Vesicantes: Es el grupo de la iperita. La iperita fue el agente químico que más bajas causó durante la I Guerra Mundial.
  • Asfixiantes: Líquidos muy volátiles que irritan y lesionan gravemente los pulmones causando la muerte por asfixia.
  • Sanguíneos: Llegan al hombre a través de las vías respiratorias. Entorpecen la llegada del oxígeno a los tejidos y llegan a producir la muerte.
  • Lacrimógenos e irritantes: No suelen ser letales. Producen trastornos suficientes como para causar bajas, pero son eventuales y recuperables.

De forma intermedia entre los agentes estrictamente químicos y los  biológicos están las toxinas y los fisicoquímicos.

Las toxinas en cuanto son inertes y no se reproducen, son armas químicas; pero provienen de organismos vivos. Las toxinas -la botulínica, por ejemplo- son las más peligrosas de las armas químicas. Su empleo con aerosol facilitaría su difusión. Productos fisicoquímicos: Para dar una idea: Imagínese lo que sería bombardear una concentración humana con una “bomba” de estupefacientes. La idea de este “agresivo” es causar en un porcentaje alto de población trastornos mentales transitorios.

Otro de los agresivos que podrían entrar en esa llamada “guerra silenciosa” son los herbicidas. Estados Unidos los empleó contra Vietnam para destrozar la vegetación y facilitar la visión de enclaves estratégicos importantes -carreteras, ríos, vías de comunicación, etc.-. Los problemas de los defoliantes aún están en estudio. Se dijo que eran capaces de ocasionar gravísimas deformaciones en recién nacidos. Los  científicos vietnamitas están convencidos de que son  los causantes del aumento de los cánceres hepáticos. 

Carbunco

Cartas con esporas del bacillus anthracis- que nadie supo de donde procedían- causaron varias muertes y algunos enfermos en Estados Unidos. Si se fumigara con esas esporas, miles de personas creerían haber contraído un pequeño catarro. Luego, tos. Y antes de observar más síntomas, muchas morirían de ese “catarro”. El bacillus anthracis produciría una cianosis progresiva que impediría respirar.

Pero no es tan sencillo

Los técnicos en defensa contra este tipo de armas señalan que los agentes para un posible ataque biológico tienen que reunir una serie de condiciones que no son fáciles. Son condiciones que se relacionan con su virulencia, capacidad de difusión, epidemicidad, período de brote de la enfermedad, incubación, persistencia, etcétera.

Debe tratarse pues, de un agente muy virulento, muy letal, de rápida difusión, que no se altere por las condiciones del medio, que sea resistente al frío, al calor, al ambiente... Y que vaya en una sola dirección.

Por eso, los expertos en este tipo de lucha afirman que la guerra química tiene pocas posibilidades de aplicación. 

Los encargados de Protección Civil sostienen que las enfermedades no se propagan con la rapidez que se supone.

Y conviene recordar que en 1972 fueron 143 naciones las que firmaron el tratado prohibiendo el uso de estas armas. Y sin embargo se sabe que Irak las tiene. Como las tenían la Unión Soviética y Estados Unidos durante la guerra fría. Y como se tienen fundadas sospechas de que las almacenan también Irán y Libia .

Sobre el autor:

Ramón Sánchez-Ocaña

Ramón Sánchez-Ocaña

Ramón Sánchez-Ocaña (Oviedo, 1942) es miembro del Comité Editorial de 65Ymás. Estudió Filosofía y Letras y es licenciado en Ciencias de la Información. Fue jefe de las páginas de Sociedad y Cultura de El País, y profesor del máster de Periodismo que este periódico organiza con la Universidad Autónoma de Madrid. 

En 1971 ingresa en TVE. En una primera etapa se integra en los servicios informativos y presenta el programa 24 horas (1971-1972). Entre 1972 y 1975 continúa en informativos, presentando el Telediario. No obstante, su trayectoria periodística se inclina pronto hacia los espacios de divulgación científica y médica, primero en Horizontes (1977-1979)​ y desde 1979 en el famoso Más vale prevenir, el cual se mantiene ocho años en antena con una enorme aceptación del público.

Tras presentar en la cadena pública otros dos programas divulgativos, Diccionario de la Salud e Hijos del frío, fue fichado por Telecinco para colaborar primero en el espacio Las mañanas de Telecinco y posteriormente en Informativos Telecinco.

Es colaborador habitual de radio, periódicos y revistas, y autor de una veintena de libros, entre los que destacan Alimentación y nutrición, Francisco Grande Covián: la nutrición a su alcance, El cuerpo de tú a tú: guía del cuerpo humano, Guía de la alimentación y Enciclopedia de la nutrición

En 2019 entró en el Comité Editorial del diario digital 65Ymás, en el que colabora actualmente.

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