Naranja y mandarina, dos frutas prácticamente idénticas. Sin embargo, tienen algunas diferencias que hoy descubriremos. Y no, no solo hay una disparidad en cuanto a su tamaño. Entre ambos cítricos, tan abundantes en la huerta mediterránea de nuestro país, también encontramos discrepancias en relación al sabor de cada uno de ellos, su piel, la forma de sus gajos y también sus propiedades nutricionales.
Lo primero que llama la atención es la forma y la dimensión de cada una de ellas. Así, mientras las mandarinas son más pequeñas y algo achatadas por la parte central, las naranjas son mucho más grandes. Al hilo de esto también podemos diferenciarlas por su piel y su tacto. Es muy sencillo, la naranja tiene un aspecto exterior firme, liso y duro, y necesitamos un cuchillo para poder pelarla. Sin embargo, en el caso de su "hermana" menor, ese recubrimiento es rugoso y algo más blando y endeble. De ahí que sea muy sencillo comerse gajo a gajo una mandarina tras abrirla con nuestras propias manos.
Por eso, una vez que quitamos esa cobertura natural lo que vemos tampoco es similar. Esa misma facilidad con la que hemos pelado la mandarina se repite a la hora de separar los gajos que están divididos uniformemente, al contrario que en las naranjas. En este caso, cuesta más dividirlos, manchándonos con su jugo, y aparecen en menor cantidad y mayor tamaño.
Hay otro aspecto que no tienen en común ambas frutas, nos referimos al sabor. Al comer una naranja, en la mayoría de los casos esta es más ácida, aunque siempre encontramos variedades que son casi tan dulces como las mandarinas. La razón estriba en que estas últimas tienen un mayor porcentaje de azúcar.
Con todo, en lo que no se admiten discrepancias es a la hora de comprarlas y guardarlas. En ambos casos, se trata de frutas denominadas no climatéricas, es decir, una vez recogidas se interrumpe su maduración, por eso es preciso hacerlo en el momento óptimo. Debido a esta característica, si al ir a la frutería vemos que tienen un tono algo más verdoso, lo mejor es que las dejemos y nos decidamos por otras. Una vez en casa, las conservaremos en un lugar fresco y seco.
Las naranjas y las mandarinas son las reinas del otoño y el invierno, sobre todo en relación a sus beneficios en los procesos gripales y catarrales. En alguna ocasión ya hemos explicado que por tomar un vaso de zumo cada mañana no evitaremos que esos refriados, pero sí que es cierto, como dice la farmacéutica y nutricionista Marián García (@boticariagarcia), que esas molestias nos durarán unos días menos.
Y es que ambas frutas destacan por su contenido en vitamina C, pero en el caso de la naranja supera en porcentaje a la mandarina. Además, hay más diferencias nutricionales en este sentido, ya que mientras la primera es rica en vitamina B3, hierro y calcio, la segunda hace lo propio con la vitamina A.
Estas serían sus pequeñas diferencias nutricionales, ya que guardan otros puntos en común necesarios para la salud y que detallaremos a continuación. En lo que no hay ninguna duda es en que ambas son muy recomendables y que no deben faltar en una dieta completa y equilibrada. De lo contrario, no nos aprovecharemos de estos aspectos positivos.