

Cuando cuidar deja de ser individual y se convierte en un acto colectivo
Amalia Rivas OrejónSábado 16 de agosto de 2025
4 minutos

Sábado 16 de agosto de 2025
4 minutos
En una sociedad que envejece y en la que muchas personas se enfrentan a situaciones de dependencia o vulnerabilidad, los cuidados comunitarios emergen como una respuesta necesaria, sostenible y profundamente humana. No se trata solo de asistencia puntual, sino de tejer redes de apoyo mutuo donde todas las personas —mayores, jóvenes, cuidadores, profesionales, vecinos— forman parte activa del bienestar colectivo.
Los cuidados comunitarios promueven la corresponsabilidad: reconocer que cuidar no es tarea exclusiva de las familias o de los servicios sociales, sino una acción compartida que fortalece los vínculos, reduce la soledad no deseada y genera cohesión social. Cuando una comunidad cuida, también se transforma: recupera el valor de lo común, potencia la participación y construye entornos más inclusivos y solidarios.
El Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 presentó hace años la Estrategia Estatal de desinstitucionalización de los cuidados para una buena vida en comunidad, que tiene como fin transformar el modelo de atención actual hacia uno de apoyos personalizados, en el que las personas que viven situaciones de vulnerabilidad y exclusión puedan elegir dónde y cómo vivir. La Estrategia contempló un sondeo, basado en 2.505 entrevistas realizadas, revelando que un 81,3% de los encuestados piensa que es necesario “potenciar que estos colectivos puedan vivir más incluidos en la sociedad, con los apoyos que sean necesarios en sus domicilios o en viviendas normalizadas”.
Invertir en cuidados comunitarios es apostar por un modelo social más justo, donde nadie se quede atrás y donde el bienestar se construya entre todos y todas. Porque cuidar no es solo un acto individual, es una expresión profunda de humanidad compartida.
Cuidar es un acto de amor, pero también de responsabilidad. Y muchas veces, quienes cuidan olvidan incluirse en la ecuación del bienestar. Como gerontóloga y coach especializada en el acompañamiento emocional, he podido comprobar que el cuidado sostenible pasa por visibilizar esta realidad y ofrecer herramientas para prevenir el desgaste.
Este verano, pongamos también el foco en quienes sostienen, acompañan y cuidan. Porque su bienestar es el primer eslabón del buen cuidado.
Propongo, así, algunas propuestas, desde OLDER "El Arte de cuidar-T", para fomentar y trabajar los cuidados comunitarios, aplicables en barrios, municipios, centros sociales o proyectos intergeneracionales:
Redes vecinales de apoyo
- Crear grupos de WhatsApp o redes locales donde vecinos se ofrezcan para acompañar a personas mayores al médico, hacer compras o simplemente conversar.
- Mapear los recursos comunitarios y personas voluntarias por zonas.
Cafés del cuidado
- Encuentros periódicos donde cuidadores/as y personas mayores comparten experiencias, se sienten escuchados y acceden a recursos emocionales o formativos.
Talleres intergeneracionales
- Actividades donde jóvenes y mayores comparten conocimientos: tecnología, recetas, manualidades o historia del barrio.
- Fortalece el vínculo y reduce la percepción de inutilidad o soledad.
Banco de tiempo comunitario
- Sistema en el que los vecinos intercambian tiempo y habilidades sin dinero (ej.: “yo paseo a tu padre, tú me ayudas con la compra”).
Puntos comunitarios de escucha
- Espacios físicos en centros cívicos, asociaciones o parroquias donde las personas pueden ser escuchadas y orientadas sin juicio.
Formación a la comunidad
- Charlas y talleres sobre empatía, envejecimiento, autocuidado, salud emocional o primeros auxilios en el cuidado.
Asimismo, invito a la lectura de SALUMBI, una historia que rinde homenaje al “Círculo Mágico”, un grupo de mujeres mayores sabias, respetadas en su comunidad por su experiencia, escucha y visión profunda. En el cuento, estas mujeres no solo cuidan, sino que son pilares de sabiduría. La comunidad recurre a ellas cuando hay decisiones importantes que tomar, reconociendo su capacidad para ver más allá de lo evidente. Representan el valor del saber que da la vida y el poder de la escucha colectiva. Salumbi pone en valor ese rol muchas veces invisible, pero esencial, que las mujeres mayores desempeñan en la transmisión de sentido, valores y orientación en una comunidad.