Todas las crisis económicas dejan heridas lacerantes, cicatrices, y cambios profundos en las sociedades que las sufren. Es inimaginable que esta nueva crisis no vaya a traer consecuencias cuando acabe la pandemia, porque este virus va a romper con el tipo de vida que nos habíamos dado, basado en la sobrepoblación, consumo exacerbado, turismo masivo, urbes mastodónticas, y cadenas de suministros a miles de kilómetros, y una extrema desigualdad en el reparto de la renta y la riqueza. Esta es la radiografía de antes de la pandemia.
Sin embargo, este virus, ha puesto de manifiesto nuestra fragilidad y la necesidad de tener unas instituciones políticas y económicas más redistributivas y una mayor preocupación por la sanidad y los servicios sociales hacia los más necesitados.
La crisis carece de precedentes en el tiempo, y lo más parecido con la que podemos compararla es con el crash financiero de 2008-2013, que gestó un cambio intenso en la economía mundial, al dar paso de un crecimiento relativamente alto, y una moderada inflación, a otro anémico y con deflación. Pero el mundo nunca más volvió a ser igual. El coronavirus probablemente va a provocar una recesión mucho mayor.
Sin duda, la urgencia del presente, nos impide valorar que horizonte nos deparará el futuro, y acertar cómo será la economía de la postpandemia resulta complejo, porque nadie sabe el peaje humano y económico que vamos a pagar.
Sin embargo, entre lo que el futuro económico nos puede deparar, puede estar:
Este es el futuro económico de la postpandemia más plausible. Parece claro que nos dirigimos a una profunda depresión económica y la salida dependerá de cómo se comporte el virus y la respuesta sanitaria (descubrimiento de la vacuna o de terapias efectivas contra el mismo).
Pero, incluso, en el mejor de los casos, la situación es terrible, pues antes de la crisis ya teníamos una deuda externa altísima y un crecimiento en desaceleración, lo cual provocará un colapso de muchas naciones que exigirá una moratoria o condonación del pago a los países más afectados.
Para concluir, se puede decir que la crisis del COVID-19 augura unas nuevas reglas del juego económicas, de los hábitos de compra y de consumo, y de un mayor peso del Estado frente a los mercados.
Juan Manuel Sánchez Quinzá-Torroja, profesor titular del departamento de Economía y de la Universidad Senior de la UDC.