
Martes 12 de julio de 2022
1 minuto

Escribo este apunte, lógicamente, antes del comienzo del debate sobre el estado de la nación. Mi tesis es que será, más que nada, un examen de la salud política del presidente Sánchez y su gobierno, como lo ha sido siempre. De paso, una competición entre portavoces a ver quién es más contundente en la derecha o a ver quién es más original en la izquierda. El “estado de la nación” será como lo están dibujando los líderes y los portavoces en sus declaraciones periodísticas: un desastre para el sector conservador, un avance progresista para el sector frankenstein. La idea de un debate sereno sobre propuestas razonadas debe ser despreciada por falta de hábito y por intereses electorales. A este cronista le gustaría, como a todo el mundo, que, al terminar el debate, nos quedase por lo menos un buen sabor de boca y una esperanza basada en las nuevas medidas de protección social que anunciará el presidente. Pero no me atrevo a formular esa esperanza, porque vuelvo a observar demasiada crispación, demasiado partidismo y demasiada lucha por el voto, sobre todo después de lo ocurrido en Andalucía. Naturalmente, deseo que la crónica de mañana desmienta cuando acabo de decir.