
Viernes 15 de enero de 2021
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Estoy llegando a una peligrosa conclusión: lo único que preocupa a los líderes de opinión de este país es que el Covid les puede contagiar a ellos, no la tragedia que ha supuesto. Pienso esta temeridad después de ver el tratamiento de la noticia de que el año pasado hubo 80.000 muertos, probables víctimas del coronavirus. Fueron 80.000 vidas perdidas, otras tantas familias rotas. Fue como si una bomba hubiese matado a todos los habitantes de la ciudad de Pontevedra, como si se hubiesen estrellado medio millar de aviones. Pero hay periódicos de renombre que ni lo han publicado. Temo que se empiece a entender la muerte de los infectados como algo tan natural que ni siquiera es noticia. Se puede observar a diario en el tratamiento informativo de la pandemia: 200, 300, incluso 400 víctimas mortales en un día son tratadas como un trámite, el número de fallecidos es el detalle menor. Supongo que tiene alguna explicación que desconozco. Solo sé que hay quien considera un crimen ayudar a bien morir a un enfermo terminal. Sobre eso se escriben infinidad de artículos. Los muertos del Covid deben ser de tercera división.