

Sorpresa general: el rey Felipe VI reveló su patrimonio, dos millones y medio de euros, fruto de sus ahorros, sin bienes inmuebles ni fondos en el extranjero. Ha sido como un estriptis económico de Su Majestad. Hoy, el Consejo de Ministros aprueba un decreto ley de reforma de la estructura de la Casa Real, pensado también para reforzar la transparencia y en busca de la ejemplaridad que Felipe VI reclamó siempre para sí mismo y para la institución. Se lleva mucho tiempo trabajando esta norma, pero no me extrañaría que la intención y el momento elegido para estas acciones tenga una finalidad indirecta: conseguir que, si un día aparece por aquí el rey Juan Carlos, que ya va siendo hora, su hijo tenga un paraguas para protegerse. Y ese paraguas es la ética. El gesto del patrimonio y la nueva norma se podrían traducir así: somos la misma monarquía, no somos las mismas personas ni los mismos comportamientos. Es una explicación. Yo añado: bienvenido el paso del rey. Creará polémica, sin duda, porque el republicanismo tiene la escopeta cargada. Y que sirva de ejemplo: si la Corona quiere ser ejemplar, todas las instituciones y las personas que las dirigen también lo tienen que ser.