Joaquín Ramos López
Opinión

Silencios del cuerpo y del alma

Joaquín Ramos López

Martes 4 de noviembre de 2025

4 minutos

Silencios del cuerpo y del alma

Martes 4 de noviembre de 2025

4 minutos

La práctica del silencio entre humanos puede representar la adopción de una actitud equívoca. Podrá significar muchas cosas, como satisfacción, conformidad, enfado, dolor, afirmación, negativa. Y casi siempre, la intuición recurrirá en ayuda gestual al entendimiento. 

Cuando el silencio es inexpresivo o aparente, podría considerarse el de un estado neutro, de aislamiento, de alejamiento del instante, de encontrarse en un contexto entre el pensamiento y la presencia. Y si ese estado es unipersonal, propio, se dará una situación primada por la falta de elocuencia. 

Pero, sin duda, el silencio siempre transmite algo, se puede decir que no hay silencio sin mensaje. Estar en silencio, puede significar tanto una muestra del impacto negativo de la soledad, como el disfrute pleno de un tiempo dichoso.

Resultaría largo especificar la cantidad de silencios que se nos pueden presentar, pues más allá de aquellos a los que me referiré después, como corta muestra de tantos otros, creo importante separarlos entre propios y colectivos.

Lo que no quiere decir que los silencios sean divisibles y específicos, no. El silencio es uno, de único, y los sujetos que lo sustentan, un individuo que lo personaliza o un grupo de partícipes que lo comparten. 

Además, es plural, no es útil solo para una sensación personalizada, sino adaptable a una manifestación de personas. Asimismo, los silencios son adaptativos. Sirven, aparecen, en lo positivo y se significan en lo negativo.  Los hay gritones y mudos, como indecibles ni por gestos.  

Los silencios hablan, sí, eso nos dicen quienes pueden definirlos; filósofos, humanistas, refranero popular. Fíjense en estos dichos: “En boca cerrada no entran moscas”, “El habla es plata, el silencio es oro”, “Quien calla, otorga”, “El silencio es el arte de la conversación”, “De lo que no se debe hablar, debemos guardar silencio”.

El silencio es música y poesía, porque complementa sensaciones equiparables a la motivación interpretada, generalmente de respeto y dolor. Es refugio del alma, cuando oramos y nos recogemos en recuerdos íntimos añorados.

Los silencios donde el respeto prevalece y se multiplica en tantas sensaciones y deberes, son muchos y los más importantes. Porque ambos conceptos, son pilares de la conducta humana que pueden formar una aleación indestructible.

El silencio es espera, es tiempo de reflexión, es templanza, para la respuesta debida, para la dignificación y contra la extemporaneidad del impulso deudo de la soberbia o la propensión. O sea, prudente e inteligente.

El silencio es crítica educada generosa y constructiva para el sentir del autor, del actor, del político, del orador, de quien no puede hacerlo a gusto de nadie porque no es comprendido; es respeto a quien el grito o la falsa alabanza no le es reconocida por igual. Es indulgente. Es calificación docta del entendido.

Guardar silencio en comunión, es muestra de unión y conjunción ante el sentir social de un evento luctuoso. Y es inútil en lo político, débil y destructivo por no ejercer la crítica, callarse ante lo injusto, dar la espalda a los abusos indebidamente argüidos por los que mandan. 

En la noche, hogar del silencio, reposo del vivir, del descanso y reparación del esfuerzo, recae el más natural de los silencios del cuerpo y el no menos importante de la expansión del espíritu. Donde la soledad indeseada, más notar se hace y el silencio deparará tristeza de ánimo.

El derecho a callar, que no asumir ni negar lo que se piensa u opina, aquello que nos define o acusa, sí, derecho a estar callado, por un sentimiento de dignidad, un deber insuperable, una fe incombustible, una convicción honesta. Ese saber estar ante el estrado judicial. 

Y los gestos. Esos aliados del silencio. Esa exteriorización del cuerpo, cara y manos normalmente, que expresamos, por si o por no, cuando recibimos una manifestación, que nos impulsa a ”hablar en silencio” a “no callar sin decir” para dejar constancia de nuestro parecer, sin necesidad de interrumpir y respetando la escucha, pero sin poder esperar turno de palabra.

Ese respeto que mostramos con el silencio ante los padres, delante de los que en uso de la palabra nos transmiten arte, ciencia, literatura y sabiduría en general. El que merecen nuestros mayores en general y nuestros superiores, que pueden felicitar y recriminar si procede. 

Guardemos silencio cuando toque, callemos, que nuestras obras hablarán.

Sobre el autor:

Joaquín Ramos López

Joaquín Ramos López

Joaquín Ramos López es abogado, vicepresidente de la Comisión Séniors del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB) y autor del blog Mi rincón de expresión.

… saber más sobre el autor