Olga Selma
Olga Selma es redactora especializada en temas de salud, alimentación y consumo.
… saber más sobre el autorSegún los especialistas hay cinco áreas de nuestro cuerpo en las que el estrés se intensifica y puede quedar contenido. Estas son la mandíbula y el cuello; los hombros; el diafragma; el estómago y las caderas. Y el estrés que queda estancado en ellas se manifiesta en forma de dolores, tensión y rigidez en la fascia o el tejido conectivo.
Las personas que tienen estrés acumulado en la región del cuello y la mandíbula tienden a apretar la mandíbula y rechinar los dientes, lo que aprieta y comprime el cuello, pudiendo causarles dolor de cabeza, arrugas profundas en la frente y tensión en toda la musculatura del cuello. La tensión física y la irritabilidad emocional a menudo se almacenan en el área de los hombros que comienzan a doblarse hacia adelante o se elevan hacia las orejas hasta desarrollar una postura comprimida. Mientras que, si mantenemos el estrés en la zona del diafragma, la reacción es encorvarse hacia adelante, y podemos terminar con una sensación de ahogo y cansancio. Finalmente, el estrés acumulado en las caderas puede causarnos dolor lumbar.
Son zonas que han quedado sensorialmente inhibidas ante los estímulos, porque vivimos desconectados de nuestras emociones y necesidades reales, la mayor parte del tiempo. Podemos decir que hemos perdido la conexión con nuestro cuerpo y músculos, así como la capacidad de relajarlos para volver a sentirnos flexibles y ligeros. En este punto, es conveniente que reasumamos como propias estas zonas insensibilizadas y aprendamos a gestionar todas nuestras emociones.
Cada persona maneja el estrés de manera diferente; pero todos tenemos la capacidad de crear conciencia sobre cómo reaccionamos o respondemos a él, así como la de tomar las medidas necesarias que nos permitan eliminarlo.
Para ello, podemos recurrir a diversas técnicas como la respiración, que es la clave de nuestra energía. La mayoría de las personas tiene patrones respiratorios que se ven mermados por las tensiones musculares, de ahí la importancia de localizar estos bloqueos y poder volver a una respiración profunda y completa que nos devuelva la energía. Al hacer la respiración más lenta, recibimos más oxígeno, y reducimos el uso de los músculos de los hombros, el cuello y la parte superior del pecho pudiendo respirar con más eficiencia.
Otra técnica para desbloquear nuestra energía es la bioenergética, una forma de terapia que combina el trabajo con el cuerpo y con la mente para ayudarnos a resolver nuestros problemas emocionalesy a comprender mejor nuestro potencial. Alexander y Leslie Lowen diseñaron en los años 50 diferentes ejercicios para favorecer la salud del cuerpo y las emociones, recogidos en su obra Ejercicios de Bioenergética (@EDITORIALSIRIO). Los ejercicios detallados en este libro pueden ser efectuados en clases y también en casa para conectar con lo que está ocurriendo en nuestro cuerpo.
Las sesiones de bioenergética pueden complementarse con masajes terapéuticos, que nos permitirán suavizar las tensiones que no se movilizan si no es a través la manipulación manual. En este caso, un masaje suave de relajación para suavizar la rigidez, o un masaje fuerte más profundo para eliminar contracturas musculares y reducir inflamaciones restablecerán nuestro equilibrio.
Otro complemento eficaz es la meditación, que nos ayuda a integrar el consciente y el inconsciente e incita a reconectar con las emociones, sentimientos y deseos que tenemos reprimidos.
El objetivo es volver a desplegar todo nuestro potencial para disfrutar de la vida, y para ello debemos estar en equilibrio con nosotros mismos. Una mayor consciencia corporal y emocional nos conducirá a él.