Los cuidados paliativos “constituyen un planteamiento que mejora la calidad de vida de los pacientes y sus allegados cuando afrontan problemas inherentes a una enfermedad potencialmente mortal. Previenen y alivian el sufrimiento a través de la identificación temprana, la evaluación y el tratamiento correctos del dolor y otros problemas, sean estos de orden físico, psicosocial o espiritual”, explican desde la Organización Mundial de la Salud (@WHO).
Hasta hace algunos años, este procedimiento estaba dedicado exclusivamente a los pacientes oncológicos pero, debido a los beneficios que les aportaba, la comunidad científica decidió extender sus servicios a enfermedades crónicas avanzadas y progresivas con un pronóstico de vida limitado. Esta lista incluye dolencias de suma importancia como la esclerosis múltiple, el Parkinson, la demencia, las anomalías congénitas, el sida, la tuberculosis o enfermedades cardiovasculares y respiratorias, entre otras muchas.
En este sentido, “la práctica de los cuidados paliativos requiere de un equipo multiprofesional e interdisciplinar con una formación específica para garantizar un adecuado apoyo al enfermo y sus familiares. Los profesionales que forman estos equipos son médicos, enfermeras, psicólogos, auxiliares de enfermería y trabajadores sociales y deben dedicarse exclusivamente al cuidado de personas con enfermedad crónica, avanzada y terminal”, añade la Asociación Española Contra el Cáncer (@aecc_es).
El acceso a los cuidados paliativos tiene lugar a través de dos vías: por indicación de los especialistas del hospital de referencia o por los profesionales de Atención Primaria. Una vez solicitado, dicho procedimiento puede realizarse tanto en el hospital como en el domicilio del paciente. Eso sí, sea cual sea la opción escogida por los médicos y los familiares, los cuidados paliativos proporcionan al enfermo las mismas ventajas, padezca o no una dolencia oncológica.