Son muchos los tratamientos actuales que hacen posible el rejuvenecimiento facial con métodos que varían tanto en su forma de aplicación, como en los objetivos que persiguen. Uno de los más frecuentes, a la hora de minimizar los efectos del paso del tiempo en la piel del rostro, son las infiltraciones que, como señala la Sociedad Española de Medicina Estética (@SEMEstetica), consisten en la introducción, mediante inyecciones, de sustancias específicas en puntos previamente determinados.
Infiltrar en el organismo una sustancia ajena a él siempre va a requerir un detallado estudio que tenga en cuenta las características concretas de cada paciente, su estado general de salud y el problema específico que se pretenda tratar.
Esta técnica estética está especialmente pensada para minimizar los signos habituales del envejecimiento de la piel, como son las depresiones cutáneas, las arrugas de expresión alrededor de los ojos y también las más profundas. Además, puede ser eficaz para tratar otras alteraciones, como marcas o cicatrices.
También puede utilizarse en tratamientos de remodelación facial, por ejemplo, para corregir algún rasgo relacionado con los pómulos o el mentón, en cuyo caso hay que distinguir entre implantes e infiltraciones, estas últimas siempre de carácter más superficial.
En manos expertas, la infiltración es un tratamiento relativamente sencillo, que no implica cirugía y que suele realizarse con anestesia local, para evitar la sensación molesta que pueden provocar los pinchazos de las micro inyecciones que la técnica requiere. Aunque cada caso es distinto, generalmente son intervenciones de corta duración y fácil recuperación. El tipo de aguja y su grosor, las cantidades exactas y el material que se vaya a infiltrar siempre dependerá de cada tratamiento y de las consideraciones médicas pertinentes.
Los avances en medicina estética han hecho que, en la actualidad, pueda recurrirse a distintas sustancias que permiten rellenar o tensar el rostro para evitar fundamentalmente las arrugas y la flacidez. En una primera clasificación, hay que distinguir entre los materiales reabsorbibles, es decir aquellos que una vez infiltrados pasan a formar parte de los propios tejidos, como ocurre con el colágeno o con el ácido hialurónico, y los no reabsorbibles, materiales sintéticos como la poliacrimalida. Los primeros son los más utilizados en la mayoría de los posibles tratamientos.
Cada una de estas sustancias actúa de una manera concreta en los tejidos que dan forma al rostro y elegir una determinada, con el objetivo de obtener los mejores resultados, siempre será una decisión médica. Conocer sus características, incluyendo sus pros y contras, es importante a la hora de optar por una determinada. Entre los materiales de relleno más utilizados destacan:
Aunque no se trate de una intervención quirúrgica, este tipo de tratamientos pueden estar contraindicados en casos determinados, especialmente si existe alergia a los materiales que se pretende infiltrar, problemas de coagulación o cualquier otra patología que el médico deberá siempre tener en cuenta.
Es normal que la recuperación, tras someterse a uno de estos tratamientos, sea rápida y los efectos rejuvenecedores apreciables a las pocas semanas. Aun así, el especialista debe informar sobre los posibles efectos secundarios pasajeros, como inflamación de la zona tratada o presencia de rojeces o hematomas.
Hay que recordar que hablamos de inyectar una sustancia en una zona tan delicada como es la cara, a un nivel dérmico más o menos profundo, por lo que acudir siempre a un centro médico especializado es imprescindible. Cualquier error en ese 'pinchazo' puede tener consecuencias no deseadas de mayor o menor gravedad.