Como bien es sabido, la dislexia es "un trastorno del aprendizaje de la lectoescritura, de carácter persistente y específico, que se da en niños que no presentan ningún hándicap físico, psíquico ni sociocultural y cuyo origen parece derivar de una alteración del neurodesarrollo", tal y como explican desde DISFAM (@Disfam), una entidad perteneciente a la Federación de Dislexia Española (@fedisorg).
Entre los signos que caracterizan dicha "discapacidad" destacan la dificultad para denominar letras, analizar o clasificiar sonidos y recitar el alfabeto, leer con lentitud e inseguridad, y omitir, sustituir o distorsionar algunas palabras.
Su origen tiende a ser hereditario, más concretamente un desorden en los genes que influyen en la manera en la que el cerebro procesa el lenguaje y la lectura. Eso sí, los expertos apuntan también a unos factores de riesgo como, por ejemplo, los antecedentes familiares, un nacimiento prematuro o la exposición a sustancias perjudiciales (tabaco, drogas o bebidas alcohólicas) durante el embarazo.
Asimismo, aunque lo normal es que los niños sean los más perjudicados por este trastorno, lo cierto es que las personas mayores también pueden sufrir dislexia, pues esta puede clasificarse en dos tipos muy distintos. Por un lado, la dislexia evolutiva es la que acompaña al paciente durante toda su vida. En cambio, este también puede experimentar una pérdida progresiva en su capacidad lectora y de aprendizaje como consecuencia de una lesión cerebral, lo que se denomina dislexia adquirida.
Ante esta situación, un adulto mayor disléxico no tiene por qué haber sido diagnosticado cuando era pequeño. En este sentido, las señales de alerta que indican el germen de dicho trastorno son:
Si percibes varios de estos síntomas, deberías acudir al médico, pues lo normal es que se confundan con los signos propios del envejecimiento y es preciso poner medidas para aliviarlos cuanto antes, ya que pueden desencadenar un sentimiento muy fuerte de inseguridad y frustración.
Al igual que ya hicieron los adultos que fueron diagnosticados de pequeños, tendrás que aprender estrategias de compensación para poder lidiar con las dificultades que supone al dislexia. ¿Cómo? Reforzando la lectura y la escritura para recuperar la fluidez, tratar los problemas de autoestima que el paciente haya podido adquirir, fomentar una organización temporal y espacial o ampliar el vocabulario, entre otras medidas.
Eso sí, lo más importante es aceptar este nuevo reto con positivismo y naturalidad, pues no supone ningún obstáculo para disfrutar de una vida plena y satisfactoria.