Sobre residencias de mayores, dependencia, cuidados a domicilio, situación económica y terremotos políticos. De estos temas candentes hablamos con Cristóbal Valderas, presidente de Clece, una de las empresas más importantes del sector de los cuidados.
Cercano, contundente, de ideas cristalinas y objetivos claros, Cristóbal Valderas se muestra como una persona con la que uno se iría durante horas a tomar un café para analizar la actualidad y conocer en profundidad la situación de uno de los sectores que más ha sufrido con la crisis del coronavirus. Un sector que además de afrontar la situación de crisis económica desencadenada por la pandemia, tendrá que recomponerse tras el horror vivido dentro de las residencias y encarar el reto del debate abierto sobre el modelo residencial.
PREGUNTA.- Recientemente Clece organizó una mesa redonda sobre el futuro de los cuidados, titulada: Los Cuidados del Mañana: Retos y oportunidades para mejorar el modelo actual. ¿Cuáles fueron las principales conclusiones?
RESPUESTA.- En la mesa redonda conocimos al demógrafo David Reher, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, que introdujo aspectos muy interesantes, como que la importancia de la familia en los cuidados va disminuyendo de forma muy importante. Por otra parte, señaló que la mayoría de las personas mayores, en la actualidad, tiene una educación básica, ha pasado la guerra o la posguerra, ha cuidado de sus hijos o nietos y ha tenido una vida dura. Y por ello, demanda una serie de servicios muy básicos, que son fácilmente complacidos: peluquería, podología, fisioterapeuta, actividades culturales… Sin embargo, las siguientes generaciones las conforman hombres y mujeres, titulados superiores, que tienen unas necesidades distintas. Somos más reivindicativos. Pero los recursos son escasos, con lo cual hay que llevar a cabo medidas inteligentes e imaginativas.
Algunas soluciones ya están emergiendo. En España tenemos una cultura de transmitir a nuestros hijos una herencia (una vivienda principalmente). En un futuro posiblemente las personas mayores van a tener que utilizar parte de la herencia en cuidarse, ya que el Estado no va a poder hacerlo.
P.- Y a corto plazo, ¿qué cambios se podrían llevar a cabo?
R.- En el corto plazo, el cuidado de las personas debe empezar en su casa: nadie quiere ir a una residencia hoy en día. Para eso, hay una Ley de Dependencia aprobada en 2006 que habría que implementar y financiar adecuadamente. Actualmente, se ha firmado el Plan de Choque de la Dependencia, positivo para muchos, aunque para nosotros ha quedado mucho por hacer. De entrada, el Estado se ha comprometido pasar de portar el 15% a abonar el 17% del coste de la Ley de Dependencia. Sin embargo, dicha Ley, ya indica que debería aportar el 50%. Si ese porcentaje se hubiera cumplido desde 2006, quizás ahora no habría una lista de espera de 230.000 personas que tienen reconocida su dependencia pero no reciben atención ni prestación, ni otras 140.000 que ni siquiera se les ha valorado ni el año pasado habrían fallecido 58.000 en el limbo de la espera de la dependencia. Y esto que voy a decir es muy duro, pero lo que está reduciendo las listas de espera es que se está muriendo la gente, no que se esté dando el servicio que prevé la Ley de Dependencia.
En segundo lugar, también a corto plazo, la teleasistencia forma parte de la solución, si bien, en la actualidad, no está integrada con la Ayuda a Domicilio y son concursos públicos distintos. Y en tercer lugar, a medida que avanza el deterioro de la persona, los mayores entrarían en los centros de día, y ya, como último recurso, la residencia. En este sentido, con la pandemia se ha visto que estos centros tienen que tener menos usuarios y deben integrarse más en la Atención Primaria, que hoy día está desbordada. En este sentido, la implantación de la telemedicina en centros residenciales puede ser un elemento clave.
P.- En la mesa redonda se trató asimismo la necesaria transformación del modelo para el cuidado de mayores: ¿Qué habría que cambiar?
R.- En general, debería haber una concienciación por parte de lo público y de lo privado. Las administraciones tienen que pensar que deben gestionar adecuadamente a estas personas, porque son nuestros mayores y discapacitados, y las familias no pueden ver las residencias como un lugar en el que se aparca a un mayor. Ya lo comentaba el demógrafo David Reher: ‘Me sorprendió que en una pandemia no hubiese una reacción masiva de los familiares para llevar a las personas mayores a sus casas’. Pero no sucedió así. Y eso quiere decir que no podían, por la razón que fuese.
En segundo lugar, desde lo público se debería apostar más por atender mejor y con una mayor calidad. El cuidado y atención de los más débiles no debe ser objeto de subasta. Debemos priorizar la calidad frente al precio.
P.- En su opinión, ¿qué sucedió en las residencias de mayores para que se convirtieran en el principal foco de coronavirus en España?
R.- En las primeras semanas del confinamiento, el virus era un gran desconocido para todos. Escaseaban los EPIs y no había test. Nos costaba entender la figura del positivo asintomático.
Todos los conceptos que hoy limitamos para evitar el virus se daban en las residencias: espacios cerrados donde había personas muy mayores (más de 80 años de media), con patologías previas, que conviven en gran número, desayunando, comiendo, cenando, jugando a las cartas juntos. Si a esto unimos que trabajadores, visitantes y usuarios de centros de día que son instalaciones anexas a muchas residencias, entraban y salían diariamente, se puede entender que el virus encontró su caldo de cultivo ideal para acabar con la vida de 29.000 mayores residentes.
Nosotros, modestamente, lo hicimos mejor que la mayoría, porque nos adelantamos con los protocolos y porque teníamos más capacidad de comprar EPI –por ejemplo, nos fuimos en mitad de la pandemia a China y adquirimos una máquina de mascarillas–.
P.- ¿Cómo vivieron los momentos más duros de la pandemia cuando no se ingresaban, en algunas comunidades, a los mayores procedentes de residencias?
R.- En momentos críticos de los primeros meses de la pandemia, algunos hospitales no pudieron hacerse cargo de las personas mayores procedentes de las residencias. Estas debían de ser autorizadas por un gerocultor responsable en el hospital. Y estos hospitales estaban colapsados y tuvieron que hacer triaje.
Resulta curioso que si una persona mayor era llevada por su familia a un hospital, éste estaba obligado a ingresarla, al contrario de las residencias. Otro factor de riesgo añadido a los ya existentes en las residencias en aquel momento.
P.- ¿Y por qué no ingresaban a personas mayores de residencias, pero sí a los que venían de sus domicilios?
R.- No tenían sitio. Tenían a gente en los pasillos y estaba todo colapsado.
P.- ¿Están trabajando con sus usuarios para paliar las secuelas psicológicas que ha dejado la pandemia en los residentes?
R.- Tenemos una pequeña línea privada de residencias, CleceVitam, en las que nosotros decidimos la dotación de personal y allí tenemos psicólogas en plantilla. En las demás, depende de los pliegos. Hay quien valora más o menos tenerlas y piden en los contratos públicos, por ejemplo, una psicóloga, dos horas a la semana. Sin embargo, en las que gestionamos nosotros, por cada usuario hay un trabajador. Y hay médicos, psicólogos, enfermeras, etc.
P.- ¿Cómo valora el papel desempeñado por las administraciones públicas en la crisis del coronavirus? ¿Y en concreto el del ya ex vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, Pablo Iglesias?
R.- Todos hemos hecho lo que hemos podido, hemos ido aprendiendo cada uno a su nivel. Y hay administraciones sensibles con las empresas que nos dedicamos a los servicios esenciales. Hay muchísimos ejemplos, como el Ayuntamiento de Madrid y el de Barcelona o los de Andalucía. Todos abonaron el 100% de la Ayuda a Domicilio cuando un 60% de los usuarios en Madrid se dieron de baja y nos quedamos sin trabajo o cuando nos quedamos sin trabajadores –de 4.000 en Madrid, cerca de 1.000 se dieron de baja por contagio–. Pero es cierto también que los ha habido que han sido un poco menos sensibles. Sinceramente, y en general, el país ha llevado la pandemia con una dignidad impresionante.
P.- ¿En ese grupo metería a Pablo Iglesias?
R.- Yo a Pablo Iglesias, a la Vicepresidencia, lo metería en otro grupo distinto. No han hecho nada por las residencias. A fecha de hoy, no han aportado ni dinero ni soluciones. Aunque es cierto que han conseguido organizar la Mesa de Diálogo Social en la que se ha sentado gobierno, patronal y sindicatos. El sector se ha sentido escuchado y reconocido.
P.- Estamos en unos momentos convulsos: seguimos en plena pandemia (ya con algo de luz gracias a las vacunas), a lo que se ha sumado el terremoto político con mociones de censura y elecciones anticipadas. ¿Esta situación afecta al sector? ¿En qué medida?
R.- Nosotros llevamos toda la vida trabajando con la administración pública y estas situaciones son normales. Independientemente de los ciclos, trabajamos con contratos públicos aprobados por un parlamento o un pleno. No cambia nada, solo el interlocutor.
P.- Pero, por ejemplo, en el caso concreto de Madrid: el ya exvicepresidente de la región presentaba hace unos días –coincidiendo con el fin de la inmunización de los residentes– un nuevo Acuerdo Marco para 2021 en el que se incrementaban las ratios de personal, se aumentaba el precio por plaza y se incluían ciertos aspectos en favor de la autonomía personal como la participación de los mayores y familiares en la elaboración de menús. ¿La convocatoria de elecciones para el 4-M frenará estas reformas? ¿Temen que se provoquen cambios en los planes?
R.- No sé en qué punto estaba este proyecto, es decir, si estaba aprobado por la Asamblea o si el proceso sigue para adelante. Pero, en concreto, sobre este acuerdo, el proyecto era para plazas concertadas en residencias privadas. Las modificaciones eran para esos casos. A las residencias de gestión indirecta no les llegan estos cambios, solo afecta a las residencias de gestión directa y a las plazas concertadas de residencias privadas.
P.- Ahora que la mayoría de usuarios están vacunados, ¿se puede afirmar ya que la situación está bajo control en las residencias?
R.- No. Ningún protocolo de Comunidades Autónomas o nuestro se ha relajado. Te puedes seguir contagiando, pero la vacuna da más instrumentos para gestionar la enfermedad. Ahora mismo nadie se plantea rebajar las medidas higiénicas. Se hace con las restricciones sociales, por temas económicos, pero no nos van a quitar la mascarilla porque nos vacunemos. Eso sí, es verdad que se han abierto un poco las visitas y las salidas en residencias.
P.- A nivel interno, con los expertos que hayan consultado, ¿barajan una fecha de vuelta a la normalidad en las residencias? ¿Tienen algún informe sobre este tema?
R.- Es muy difícil valorar una fecha para la vuelta a la normalidad en las residencias e incluso saber en qué va a consistir esa normalidad.
Con la vacunación de trabajadores y usuarios se ha dado un paso importante. Ahora queda abrir los centros de día que en muchos casos son complementarios a las residencias y aquí se necesitaría que tuviéramos mucho más adelantada la vacunación, con todas las incertidumbres que ahora existen al respecto.
Para que haya una entrada de usuarios en residencias nuevamente, va a pasar un tiempo porque todavía las familias tienen miedo de llevar a un mayor a una residencia.
P.- ¿Cómo le ha afectado a Clece la pandemia?
R.- A Clece le ha afectado, porque se ha volatilizado el resultado en cuidar, atender y proteger a los trabajadores, usuarios y visitantes. Son tiempos difíciles. Ya recuperaremos.
P.- La Plataforma Unitaria de Ayuda a Domicilio ha denunciado en 65Ymás que, pese a ser el segundo grupo profesional con más contagios, todavía no se han vacunado todos y que, durante los momentos más duros del coronavirus, se sintieron indefensos (sin EPI). ¿La Ayuda a Domicilio ha sido el colectivo "esencial" más ignorado durante la pandemia?
R.- Nosotros rompimos una lanza: tenían que priorizar a los trabajadores de la Ayuda a Domicilio en las vacunas. Y nos hicieron caso. Es mucho más prioritario que las residencias. Mayoritariamente, ayuntamientos, comunidades y diputaciones han demostrado gran sensibilidad, nos han protegido a nosotros y también a los trabajadores y usuarios.
Nos ha resultado llamativo que esta sensibilidad y apoyo a la Ayuda a Domicilio no haya sido igual en residencias. No llegamos a entenderlo.
P.- Y eso repercute en la calidad.
R.- Evidentemente. Por eso llevamos años trabajando por dignificar el sector. Teniendo en cuenta que hay más de 230.000 personas esperando recibir su servicio de Ayuda a Domicilio, creemos que es necesario abordar una revisión global del actual modelo de prestación de servicio. Si realmente se potenciara este modelo, se solucionarían varios problemas a la vez: por un lado, reduciría el desempleo con la incorporación de nuevos profesionales al mercado de trabajo, que a su vez generaría motivación personal para todas aquellas personas que puedan salir de ese desempleo. Por otro lado, se conseguiría reducir la lista de espera de la dependencia puesto que más personas podrían beneficiarse de este Servicio de Ayuda a Domicilio. Y como factor económico añadido, cerca del 50% del coste que para las diferentes administraciones tiene este servicio público son impuestos que se revierten al sistema público. No sé a qué están esperando.