Seguro que sabes perfectamente que un aval implica un compromiso, una obligación de pago, pero conviene profundizar en este posible recurso financiero, de uso frecuente entre las personas mayores, a la hora de apoyar a un familiar, generalmente un hijo, en cualquier proyecto, adquirir una vivienda o poner en marcha una idea empresarial propia. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU @consumidores) recuerda la responsabilidad de un avalista y aconseja no prestar nunca un aval sin ser plenamente conscientes del alcance de la obligación y del riesgo que se asume.
Como explica el Banco de España (@BancoDeEspana), un aval es un contrato en el que intervienen tres agentes: el avalista, la persona que garantiza el cumplimiento de una obligación económica; el avalado quien, en principio, se hará cargo de la misma y el beneficiario, esa tercera persona física o jurídica que cuenta con esa garantía extra de cumplimiento que supone el aval.
Cada uno de estos documentos es distinto, porque hay que recordar que se trata de un contrato bilateral en el que se pueden incluir cláusulas diversas. Los avales pueden clasificarse atendiendo a distintos criterios, pero una primera diferenciación importante es la que existe entre un aval personal y uno bancario.
Teniendo claras las diferencias entre los dos grandes tipos de avales, debes saber que, además, estos se diferencian según distintas variables como su vigencia en el tiempo, su alcance o la propia naturaleza del aval, es decir, qué garantiza concretamente el documento, porque además del pago de determinadas cantidades de dinero, también puede obligar a realizar prestaciones determinadas (es el caso de los avales técnicos).
La clasificación del propio Banco de España determina las diferencias existentes entre los avales más comunes, algo que siempre debes valorar y tener en cuenta.
Un aval es una garantía para el beneficiario y una posible carga para el avalista. A la hora de avalar debes tener en cuenta que hacerlo implica que tu nivel de riesgo indirecto se incrementa, pues se tendrá en cuenta en el momento de solicitar futuras operación financieras, como un nuevo préstamo que pudieras requerir.
Los avales, además, no son gratis, implican un gasto sobre el que debes informarte. También es importante detallar las condiciones de una posible cancelación porque el préstamo ha sido liquidado antes de lo previsto. Básico también es saber qué pones en juego, como tus ahorros o tu casa.
Aunque no queremos ser agoreros, a la hora de avalar conviene ponerse siempre en lo peor y pensar si realmente podríamos hacer frente, de manera relativamente cómoda, a una deuda que no nos corresponde, porque puedes estar seguro de que, en caso necesario, el aval será ejecutado. Leer bien la letra pequeña, consultar cualquier posible duda y estar muy seguro de a quién estas avalando son tres premisas de sentido común, pero muy importantes.