Esa es la cifra de fallecidos por el Covid en los meses de marzo, abril y mayo, según el Instituto Nacional de Estadística. Hay una diferencia de 18.557 respecto a los contabilizados por el ministerio de Sanidad. Pero no se trata de discutir ni de atribuir más razón al INE que a Sanidad o a la inversa. Se trata de detenerse un instante y recordar que por ejemplo en el mes de abril murieron 866 personas diarias. ¡Y la señora Merkel dice que para Alemania, con casi el doble de población que España, no es aceptable la cifra de 590 muertes en un día! Me dan ganas de preguntar dónde estuvo la sensibilidad oficial de nuestro país aquellos días. Me dan ganas de pedirme a mí mismo explicaciones de por qué me impresionaron más las imágenes de las morgues desbordadas que el número de personas que caían en la trampa mortal del virus. Hoy me quedo con la escalofriante cifra para decir que esto no ha sido, no está siendo, una epidemia. Ha sido, está siendo, el equivalente a un genocidio, una catástrofe nacional y mundial. Aterroriza pensar qué habría ocurrido si este virus hubiese aparecido hace un siglo, sin los adelantos médicos de hoy. A lo peor no existía la humanidad.