La generación que nunca dejó de aprender
Viernes 10 de octubre de 2025
4 minutos

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Para quienes ya vivieron todas las revoluciones tecnológicas, la inteligencia artificial no es un futuro prometedor, sino otra etapa de un cambio sin descanso.
“Cuando ya me acostumbro a algo, llega otra cosa nueva”, dice Carmen, de 75 años, con una mezcla de cansancio y resignación. Su frase resume la experiencia de millones de personas mayores que llevan más de cuatro décadas adaptándose a un mundo que no deja de transformarse.
Cuatro décadas de adaptación constante
Primero fue la transición política, luego la revolución de internet, después los smartphones y ahora la inteligencia artificial. Para muchos, la IA no representa una promesa de futuro, sino el último episodio de una vida marcada por la reinvención forzosa.
Quienes hoy superan los 65 años crecieron en un entorno donde la estabilidad era la norma: trabajos duraderos, rutinas familiares predecibles, relaciones cercanas. Pero desde los años 80 han debido reinventarse una y otra vez.
La globalización y la automatización cambiaron las reglas del juego laboral, borrando oficios enteros. Aprender informática, en plena madurez, no fue un entretenimiento, sino una obligación.
Internet trajo nuevas formas de comunicación, pero también abrió una brecha entre quienes lograron seguir el ritmo y quienes se quedaron atrás. Con los teléfonos inteligentes y las redes sociales, esa distancia se volvió aún mayor.
El precio del cambio
El aprendizaje continuo puede ser una virtud cuando se elige, pero una carga cuando se impone. Detrás de cada persona mayor que lucha con una aplicación bancaria o con un nuevo móvil hay décadas de esfuerzo acumulado.
La ansiedad tecnológica no es solo miedo a los dispositivos, sino la sensación de no pertenecer del todo a este tiempo. La digitalización de servicios esenciales —banca, sanidad, administración— ha convertido esa brecha en exclusión real.
Muchos mayores dependen hoy de hijos o nietos para realizar gestiones cotidianas, invirtiendo el papel tradicional de quien enseña y orienta.
Supervivientes y agotados digitales
Entre los mayores se distinguen dos grupos: los supervivientes del cambio, que aprenden, se adaptan y siguen conectados; y los agotados digitales, que, tras tantos saltos tecnológicos, han decidido parar. No es resistencia ni pereza: es cansancio.
Para unos, la inteligencia artificial será una aliada —asistentes de voz, aplicaciones de salud, hogares inteligentes—. Para otros, un nuevo muro de complejidad que los separa del presente.
Que la tecnología se adapte a las personas
El discurso oficial sobre la IA suele ser optimista: promete compañía, autonomía y bienestar. Pero olvida el contexto: una generación que ya ha demostrado una resiliencia extraordinaria frente a todos los cambios previos.
La verdadera inclusión digital no consiste solo en enseñar a usar herramientas, sino en respetar los ritmos humanos.
No todos quieren —ni tienen por qué— seguir adaptándose indefinidamente.
La inteligencia artificial es solo el último capítulo de una historia de resistencia silenciosa.
Tal vez haya llegado el momento de que sea la tecnología la que aprenda a adaptarse a las personas, y no al revés.
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