Josep Moya Ollé
Opinión

La felicidad en las personas longevas

Josep Moya Ollé

Martes 13 de mayo de 2025

5 minutos

¿Por qué no hablamos de la felicidad de los mayores?

Martes 13 de mayo de 2025

5 minutos

En una entrevista reciente de este diario digital, realizada por la periodista María Bonillo, al profesor José Antonio Marina, este prestigioso filósofo y pedagogo ha dado las claves para la felicidad en las diversas etapas de la vida. Para Marina, la felicidad, en todas las etapas de la vida, radica en armonizar tres grandes necesidades: vivir confortablemente, mantener relaciones afectivas satisfactorias y ampliar al máximo las posibilidades de acción. 

Sin duda alguna, esas tres grandes necesidades señaladas por el profesor Marina constituyen poderosos argumentos para conseguir la anhelada felicidad y, precisamente por ello, vale la pena que nos detengamos en cada una de ellas. 

Así, cuando se refiere al “vivir confortablemente” hemos de suponer que se trata de poder disfrutar de la vida sin tener apuros económicos porque, por ejemplo, la confortabilidad no parece muy accesible para aquellos que o bien no pueden pagar una hipoteca, el alquiler de la vivienda, las facturas de la luz y el gas o la del supermercado. Parece obvio que, en el caso de una persona mayor que vive sola y no puede pagar la factura del gas o la de la luz, la rigurosidad del invierno no le generará mucha confortabilidad. 

A este respecto, conviene recordar algunos datos. En España, la pensión mínima de jubilación en 2025 está en función de si el pensionista tiene cónyuge a cargo o no. Si tiene cónyuge a cargo, la pensión mínima anual es de 15.786,40 euros (1.315,53 euros mensuales). Si no tiene cónyuge a cargo, la pensión mínima anual es de 12.241,60 euros (1.020,13 euros mensuales). 

Por contraste, la pensión máxima de jubilación en España para 2025 es de 3.267,60 euros mensuales, lo que equivale a 45.746,40 euros anuales con 14 pagas. Esta cantidad es el límite establecido por la Seguridad Social para todas las pensiones públicas. 

Pero, ¡alerta!, estos números se refieren a las personas que perciben una pensión de jubilación, pero, ¿qué ocurre con aquellas que sólo perciben una pensión no contributiva o, peor aún, no perciben ningún tipo de ingreso? Parece claro que para estas personas el anhelo de confortabilidad es simplemente eso, un anhelo inalcanzable.

Además, todo ello es aplicable en el supuesto de que la persona mayor no dependa de otros para la realización de las actividades de la vida diaria. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando esa persona requiere de otra bien sea porque sufre de una enfermedad que le provoca limitaciones considerables en su movilidad o bien porque sufre un deterioro cognitivo que le genera amnesia, desorientación y depresión? 

Añado ahora algún dato más. En su libro Envejecer bien, publicado en 2013, el profesor Miquel Vilardell, médico muy relevante en el ámbito de la medicina interna, ha escrito que hay muchas personas que envejecen de manera precoz y que pierden rápidamente sus funciones. Esas personas suelen padecer enfermedades crónicas y ello provoca que el envejecimiento fisiológico se convierta en patológico. Esta situación afecta, según el doctor Vilardell, a un 11-12% de la población mayor de 65 años. Además, es conocido que ello provoca numerosos ingresos en hospitales y centro sociosanitarios. Y, digámoslo ya, en esos lugares no se respira ni confortabilidad ni felicidad.

Centrémonos ahora, en la segunda de las necesidades: el mantener relaciones afectivas satisfactorias. Totalmente de acuerdo. Como nos recuerda Francisco Mora en su excelente libro Ser viejo no es estar muerto (2017), somos, pensamos y sentimos en gran medida como reflejo de esos espejos que son los otros. Los otros son los espejos en los que nos miramos a nosotros mismos.

En este contexto, las relaciones de amistad y las familiares, cuando no son conflictivas, devienen factores generadores de salud. No se trata únicamente de poder tener a un otro con quien compartir las alegrías y las penas, alguien a quien pedir consejo o soporte, es mucho más: es el saber que uno ocupa un lugar digno en el otro, en los otros. "Si me necesitas, sólo tienes que silbar", esa es la famosa frase que pronunció Lauren Bacall en la película Tener o no tener, de Howard Hawks.

No defiendo que la amistad tenga que aplicar de manera sistemática la frase de Bacall, pero sí puede ser una buena metáfora que da cuenta de la predisposición de los amigos para acudir en apoyo de quien necesita ayuda. Hace unos días, una persona que atiendo en la consulta me dijo que había perdido a sus amigos porque huían de su enfermedad. Muy probablemente sea así. Los otros han huido de las perturbadoras vivencias de su mente y de sus consecuencias. Pero es que, en no pocas ocasiones, en las situaciones adversas, como las generadas por una enfermedad, las relaciones de amistad se disuelven como la sal en el agua. Sin embargo, cuando los amigos o los familiares responden positivamente las cosas evolucionan de una manera más favorable. No es lo mismo enfermar en soledad que hacerlo en compañía.

Finalmente, la tercera necesidad, el ampliar al máximo las posibilidades de acción. Marina afirma que quizá “inventar” no sea lo más propicio para las personas de edad, que estas están mejor capacitadas para “comprender”. La pregunta que nos podemos plantear es: ¿Qué impide que las personas mayores inventen? ¿Por qué un ingeniero de 70 años no puede innovar en su campo de trabajo? ¿O un arquitecto? O, ¿un agricultor que, en previsión del cambio climático, adecúa su sistema de riego de su huerto a las próximas épocas de sequía? 

Envejecemos como hemos vivido y ello no solamente se refiere a los hábitos dietéticos, de ejercicio físico y de entrenamiento mental, sino también a la manera como nos hemos relacionado a lo largo de la vida. Citando nuevamente a Francisco Mora, una mala interacción social conduce a una situación de estrés crónico que, debido al elevado nivel de hormonas corticoideas que genera, altera el funcionamiento neuronal.

Hablar de un envejecimiento saludable supone tener en cuenta todos esos factores, supone fomentar el ejercicio en las personas mayores, el entrenamiento cognitivo, las relaciones personales, pero, también, el poder disfrutar de una vivienda digna o de un centro geriátrico donde se las trate con dignidad y respeto. Y, también, supone que la sociedad esté atenta a todo lo que las personas mayores pueden aportar, y no sólo en lo que a la comprensión se refiere, sino también a la invención y la innovación. 

Sobre el autor:

Josep Moya Ollé

Josep Moya Ollé

Josep Moya Ollé (Barcelona, 1954) es psiquiatra y psicoanalista. Actualmente es presidente de la Sección de Psiquiatras del Colegio Oficial de Médicos de
Barcelona.

Ha trabajado activamente en el ámbito de la salud pública, siendo presidente del comité organizador del VII Congreso Catalán de Salud Mental de la Infancia y psiquiatra consultor del SEAP (Servei Especialtizat d'Atenció a les Persones), que se ocupa de la prevención, detección e intervención en casos de maltratos a mayores.

Es el fundador del Observatori de Salut Mental i Comunitària de Catalunya.

Su práctica clínica privada la realiza vinculado a CIPAIS – Equip Clínic (Centre d’Intervenció Psicològica, Anàlisi i Integració Social) en el Eixample de Barcelona.

Como docente, imparte formación especializada en ACCEP (Associació Catalana per a la Clínica i l’Ensenyament de la Psicoanàlisi), en el Departament de Benestar Social i Família y en el Centro de Estudios Jurídicos y Formación Especializada del Departament de Justícia de la Generalitat de Catalunya.

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