Viernes 26 de diciembre de 2025
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Rebélese contra lo injusto, lo incumplido, aquello por lo que apostó convencido en su garantía; la esperada del buen hacedor, de quien debía responder de lo prometido, del que aseguró no tener problema para su resolución, de quien le cobró por anticipado, o quien le impone precios, tasas, impuestos, costes no conocidos por adelantado.
Seguramente no podrá hacer todo lo que quisiera, que considere que el de enfrente le ningunea, le sustrae ideas, beneficios, y subvenciones, y que obtiene premios y oculta deberes de cumplimiento social, de los que no entienden de colaboración ciudadana y hasta se ríen de los ingenuos –dice de ellos–porque cumplen con su deber.
Probablemente no le comprendan cuando se queje de todo eso. O le digan que de nada le servirá si hace esa hoja de reclamación, o que, a ese funcionario, empleado, operario, que debía hacer bien su encargo, por el que cobra y ocupa un puesto de trabajo, sea subalterno, obrero o supervisor y mando, no le afectará. Si está seguro de que lo que cuenta le ha pasado, hágalo, si no lo está o no lo quiere hacer, no se queje, súfralo solo y ahórrese su “falsa” crítica.
Pero si está convencido de haber sido dañado en algo, desde su confianza en algo, alguien, o en lo que le supone un desprecio, pelee por su desagravio. Si es algo individual, merecerá expiación. Si se trata de algo colectivo, busque apoyos, promueva la solidaridad y mójese dando la cara frente a los corruptos, contra los vividores a costa del resto, manifiéstese públicamente.
No recurra a la fuerza, ni acose a quien le increpe, no forcejee contra un muro, no lo pinte con insultos, escriba digna y contundentemente en registros, buzones de sugerencia o de quejas. Diríjase a las autoridades, los partidos políticos, los medios de comunicación; luche por lo suyo y haga piña con lo de todos que, como Ud., tienen derecho a ser escuchados. Y cambie de lo que sea, marca, trabajo, parroquia, sindicato, partido.
No diga que no servirá, muestre verdadera voluntad de querer se arregle el modo de vida general, el que con un sentido común deseable nos corresponde a todos. Eso sí, recuerde que no está solo, que es parte de muchos, que todos debemos merecer aquello por lo que nos hemos comprometido a tener una vida digna y en libertad.
Tradicionalmente, la resignación se ha expresado para ofrecer condolencias, con el deseo que la persona doliente reciba una muestra de comprensión y empatía especiales para ese trance desfavorable. No es sinónimo de renuncia, quien se resigna y lo sufre sin poder reaccionar, por resultar imposible restaurar el quebranto de que se trate.
La resignación es una actitud negativa cuando sería posible convertir la sensación del momento de la frustración en un propósito y acción de aceptación, posición opuesta en la que el afectado y víctima del acontecimiento negativo decide actuar en búsqueda de una solución sustitutiva, cuando existe esa posibilidad.
Por tanto, un contratiempo no fatídico, por doloroso que pueda resultar, debe reconducirse hacia caminos posibles de relevo del bien trasgredido. Lo contrario es abandonarse, hacer dejación voluntaria y conformarse sin pelear por un resarcimiento dignificante. Incluso si el esfuerzo resultase baldío, cabría decir que la fortaleza del intento justificaría buscar la reparación en una conformidad no invalidante, aquella que ofrezca un mínimo de dignidad.


