

SIBO y menopausia: la conexión intestino-hormona de la que poco se habla
Dra. Jéssica SánchezFoto: bigstock
Sábado 18 de octubre de 2025
7 minutos

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Sábado 18 de octubre de 2025
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En los últimos años se ha prestado creciente atención al SIBO (Small Intestinal Bacterial Overgrowth o sobrecrecimiento bacteriano en intestino delgado), una condición caracterizada por un aumento anómalo de bacterias en el intestino delgado. Estas bacterias no son necesariamente beneficiosas: alteran la digestión y la absorción de nutrientes, aumentan la permeabilidad intestinal y generan manifestaciones clínicas que van mucho más allá del sistema digestivo, pudiendo ocasionar síntomas inespecíficos que impactan directamente en la calidad de vida e, incluso, en enfermedades crónicas, autoinmunes y metabólicas.
Según estudios científicos que hemos podido verificar en miles de pacientes, y aunque su prevalencia varíe, se estima que entre el 38% y el 54 % de las mujeres en menopausia con síntomas digestivos crónicos presentan algún grado de disbiosis intestinal o incluso SIBO, sobre todo cuando existen factores predisponentes como falta de secreción de enzimas digestivas y ácidos biliares, alteraciones de la motilidad intestinal o uso prolongado de inhibidores de la bomba de protones (IBP), como el tan conocido omeprazol. En nuestra práctica clínica diaria, y en especial con las pacientes menopáusicas, es habitual encontrar estos síntomas digestivos persistentes que, al profundizar, se asocian con alteraciones de la microbiota como disbiosis o SIBO.
Edad y secreción gástrica
Cabe destacar que el sobrecrecimiento en el intestino no solo se puede dar por bacterias, sino también por hongos y otros microorganismos: al sobrecrecimiento de hongos en el intestino se le llama SIFO (Small Intestinal Fungal Overgrowth o sobrecrecimiento fúngico del intestino delgado), pero en este artículo nos centraremos en el SIBO.
Es importante considerar que la secreción ácida gástrica tiende a reducirse con la edad y con el uso prolongado de ciertos fármacos. Muchas mujeres en la menopausia o postmenopausia presentan reflujo o dispepsia, condiciones que facilitan la supervivencia y paso de bacterias desde la faringe hacia el intestino delgado, promoviendo la disbiosis. Usualmente el tratamiento para estos síntomas suele ser el uso de omeprazol o antiácidos, que no hacen más que agravar el problema.
En la menopausia existen cambios hormonales y fisiológicos, y que algunos de ellos favorecen el SIBO, como puede ser la disminución de estrógeno y progesterona, que afecta directamente al tono del músculo liso gastrointestinal, generando irregularidades en la motilidad intestinal. Esta lentitud en el tránsito favorece el estreñimiento funcional y crea un entorno propicio para el sobrecrecimiento de microorganismos nocivos para el organismo.
Síntomas hormonales y digestivos
En la consulta vemos con frecuencia cómo estas alteraciones digestivas, lejos de ser independientes, están íntimamente ligadas a síntomas hormonales o ginecológicos. Cuando existe disbiosis intestinal, no solo se altera la digestión, la inflamación y la permeabilidad intestinal, sino que también se modifica el equilibrio hormonal, afectando la recirculación enterohepática de los estrógenos y la proporción entre los metabolitos beneficiosos y los nocivos provenientes del estrógeno.

Un elemento clave en esta interacción es el estroboloma, un conjunto de bacterias, genes y enzimas intestinales que regulan el metabolismo estrogénico, modulando su reactivación y reciclaje a través de enzimas bacterianas llamadas beta-glucuronidasas.
Los riesgos
La disbiosis altera el estroboloma y el aumento de beta-glucoronidasas bacterianas en el intestino delgado y el colon, que modifican la relación entre estrógenos beneficiosos y no beneficiosos. Esto ocasiona que el hígado tenga una producción excesiva de metabolitos estrogénicos nocivos, que son compuestos potencialmente genotóxicos (cancerígenos, que dañan el ADN) a la sangre si no se eliminan correctamente. Esta situación puede aumentar el riesgo de mutaciones y de cáncer hormono dependiente (25,26), especialmente en mujeres con antecedentes familiares o con polimorfismos genéticos que afectan las fases de detoxificación hepática.
Esto resulta especialmente importante en pacientes con preocupaciones oncológicas familiares; en estos casos es recomendable la valoración con paneles estrogénicos y genéticos especializados, junto con la colaboración con oncología o medicina interna. Se debe considerar de forma activa la búsqueda de SIBO en mujeres en menopausia con síntomas digestivos crónicos, halitosis (mal aliento) persistente, intolerancias alimentarias nuevas o reactivadas, déficits nutricionales inexplicables (por ejemplo, B12 baja con VCM elevado sin anemia) o beta-glucuronidasas elevadas sin causa colónica clara.
El diagnóstico
El diagnóstico se realiza mediante un test de aliento con lactulosa o glucosa, midiendo la producción anómala de hidrógeno y/o metano (y más recientemente, hidrógeno-sulfuro) en tiempo precoz. La correcta interpretación es fundamental para evitar falsos positivos y negativos, por lo que se recomienda la evaluación por profesionales con experiencia en microbiota intestinal.
Una vez que se ha identificado el tipo de SIBO o de disbiosis, lo primero será optimizar el estado nutricional (proteínas, selenio, vitamina B6, vitamina C) y evitar exposiciones que sobrecarguen el metabolismo del hígado (alcohol, tabaco, exceso de fármacos hepatotóxicos); también puede ser necesario cambiar la alimentación a una dieta apropiada y terapéutica (por ejemplo, dieta baja en FODMAP transitoria u optimización de motilidad postprandial con agentes procinéticos). En algunos casos, se tiene que valorar el uso de antibióticos o compuestos herbáceos para la limpieza del intestino y, por supuesto, el uso de probióticos.
Dado que más del 50% de los casos de SIBO suelen recurrir, es fundamental identificar y corregir las causas subyacentes: retirar fármacos innecesarios, tratar adecuadamente condiciones concomitantes como el hipotiroidismo, optimizar el control glucémico, restaurar secreciones digestivas adecuadas (HCl, bilis, enzimas pancreáticas) y motilidad intestinal.
Conclusión
La menopausia no solo implica una serie de cambios hormonales, sino que también puede condicionar cambios digestivos y microbianos que pueden favorecer el desarrollo de SIBO y disbiosis intestinal. Estas alteraciones, a su vez, impactan directamente en el metabolismo estrogénico a través del estroboloma, estableciendo un círculo vicioso entre el intestino y las hormonas. Comprender esta interrelación permite abordar de manera más integral los síntomas digestivos y hormonales de la mujer en esta etapa, incorporando herramientas diagnósticas precisas y estrategias terapéuticas que actúan de forma sinérgica para optimizar la salud intestinal y hormonal.