Una piedra pómez en uno de los elementos que no deben faltar en cualquier kit básico de pedicura “casera”. Se trata de una piedra de origen volcánico, ligera y porosa, resultado del brusco contacto del magma con el aire cuando este es expulsado al exterior en una erupción. Su densidad es menor que la del agua (flota) y en su composición destacan minúsculas partículas de distintas rocas y minerales, como el feldespato, el cuarzo y los silicatos que se presentan en forma de pequeños granos, algunos vitrificados.
Resulta tan eficaz como una lima a la hora de tratar la hiperqueratosis o engrosamiento de la piel en puntos determinados de los pies, un problema muy frecuente que, como explica el Instituto Valenciano del Pie (@ClinicasIvpie), puede surgir por causas externas, como el roce constante que provoca un calzado inadecuado, o internas, como la desviación o atrofia de un hueso (juanetes, dedos en garra...).
Tratar de disminuir lo que solemos llamar durezas, es decir, las capas de piel formadas por acumulación de células muertas, es más sencillo recurriendo a la humilde piedra pómez.
La Fundación Podoactiva (@Podoactiva) recuerda que el uso de esta particular piedra solo es aconsejable para tratar problemas que afecten a la piel de los pies, por el grosor natural que presenta la dermis en esta zona, hasta 50 veces más gruesa que la del rostro. Si estás dispuesta a recuperar la costumbre de utilizar la piedra pómez para hacerte la pedicura, algunos consejos de uso y conservación que te pueden interesar son: