Se trata de una enfermedad grave, derivada de la arterioesclerosis (endurecimiento y obstrucción) de las arterias coronarias, pero la buena noticia es que, como señala la Fundación Española del Corazón, se puede prevenir, conociendo y manteniendo bajo control los factores de riesgo.
La cardiopatía isquémica es una dolencia cardiovascular que se “fragua” poco a poco. Su prevalencia aumenta con la edad, a medida que la arterioesclerosis coronaria avanza, y es superior en hombres que en mujeres. La progresiva acumulación en las arterias de lípidos (grasas como el colesterol) de células inflamatorias (linfocitos) y otras sustancias, acabará provocando una estenosis, un estrechamiento de la arteria, que hará que el torrente sanguíneo no pueda hacer llegar al músculo cardiaco todo el oxígeno que necesita para cumplir su función. En ese momento, la cardiopatía isquémica está presente.
Es la obstrucción de las arterias coronarias lo que desencadena los distintos tipos de cardiopatía isquémica, entre los que se encuentran el infarto agudo de miocardio, generalmente provocado por obstrucción debida a un trombo, la angina de pecho estable, en la que la cardiopatía isquémica se manifiesta en forma de dolor recurrente en el tórax, y la angina inestable, con síntomas similares a los del infarto pero, en este caso, la obstrucción no la causa un trombo.
Sobra decir que cualquiera de estas dolencias requiere atención médica urgente, pero los médicos especialistas insisten en que la cardiopatía isquémica es previsible en gran número de casos. Con un tratamiento adecuado y medidas concretas de hábitos saludables, pueden evitarse sus graves consecuencias.
Aunque pueden existir componentes genéticos proclives a la aparición de la enfermedad, algunos factores de riesgo que sí podemos evitar son: