No son locos. La esquizofrenia es una enfermedad que siempre se ha asociado erróneamente a la locura. Una patología con un claro estigma social como reconocen desde el Instituto de Investigaciones Psiquiátricas de la Fundación María Josefa Recio de Bilbao. Sin embargo, este trastorno psicótico grave no quiere decir que todos estos enfermos sean violentos o muestren conductas un tanto extrañas para el resto de las personas.
Así, en su día a día, estas personas pueden estar en una fase que haga que perciban la realidad de un modo distorsionado (por medio de delirios, alucinaciones, alteraciones de la conducta...), o bien en otras estapas en las que esas personas se muestran apáticas, no muestran signos de afecto, están retraídas y se aislan de los demás.
Esta enfermedad es más común que empiece a mostrar sus primeros síntomas en personas de edades más jóvenes. Sin embargo, el aumento de la esperanza de vida, sobre todo en los países más desarrollados, ha hecho que se haya contemplado el diagnóstico de casos de esquizofrenia en personas mayores de 60 años. Es lo que se conoce como la esquizofrenia tardía.
A partir de esas edades, la evolución de esta enfermedad tiene un recorrido crónico, en comparación con el deterioro característico de la mayor parte de los pacientes jóvenes, que en ocasiones hace que derive en un síndrome demencial.
Entre las causas o factores de riesgo más reseñables cuando se habla de la aparición de este tipo de patología a edades más tardías se encuentran:
Para evitar recaídas y llevar una vida "normal" dentro de sus posibilidades, es importante que estos pacientes lleven una vida ordenada en cuanto a horarios (sobre todo de descanso), eviten el consumo de sustancias tóxicas y cumplan de manera estricta con su medicación y las revisiones médicas.