Medicina preventiva

Los peligros de la hipertensión ocular

Mariola Báez

Foto: Bigstock

Miércoles 8 de mayo de 2019

ACTUALIZADO : Miércoles 8 de mayo de 2019 a las 0:27 H

3 minutos

La presión intraocular elevada puede derivar en glaucoma o desprendimiento de retina

Revisando la hipertensión ocular (Bigstock)
Mariola Báez

Foto: Bigstock

Miércoles 8 de mayo de 2019

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Así lo advierte el Colegio Nacional de Ópticos Optometristas (CNOO) haciendo hincapié en la importancia de las revisiones periódicas que permitan medir la tensión y comprobar que está en los niveles correctos. La tensión ocular no tiene nada que ver con la arterial, directamente relacionada con la salud cardiovascular. Como señalan expertos oftalmólogos, este término hace referencia a la presión que ejercen los líquidos que circulan por las distintas capas que componen el globo ocular.

Ese líquido interno, el humor acuoso, imprescindible para nutrir, hidratar y drenar nuestros ojos permitiéndonos una correcta visión, puede sufrir distintas alteraciones que hagan que la presión que ejerce contra las “paredes” del ojo se eleve de manera anormal. Un aumento en la cantidad de líquido, que produce el propio ojo, o la obstrucción de las microscópicas vías de salida que lo conectan con la circulación general, es lo que puede provocar que la acumulación de líquidos derive en un aumento de la presión intraocular (PIO).

¿Qué consecuencias tiene la hipertensión ocular y cómo se pueden evitar?

Esa cantidad excesiva del líquido intraocular y la presión que llega a ejercer pueden acabar dañando los pequeños vasos sanguíneos y también el nervio óptico. Esa presión se mide en milímetros de mercurio (Hg) y como norma general, no debe superar los 21 -22 mm Hg.

En muchos casos, el efecto de la elevada presión ocular trae como consecuencia la pérdida progresiva de visión y puede ser causa de graves enfermedades como el glaucoma. Es importante saber que las lesiones en los órganos de la visión que puede provocar la hipertensión ocular no tratada a tiempo,llevan una difícil recuperación y en determinadas patologías el daño resulta irreversible.

El principal problema de esta enfermedad es que no suele dar síntomas. No nos “duelen” los ojos porque la presión ocular sea alta, pero si esto sucede, está dañando, sin que nos demos cuenta, nuestra visión. En casos extremos, de elevada presión, sí pueden aparecer molestias como dolor de cabeza, mareos o visión borrosa (que indican que ya se ha producido un daño). En este sentido, los médicos oftalmólogos insisten en la importancia de hacer revisiones rutinarias, al menos una vez al año, en las que se pueda realizar una prueba conocida como visión de fondo del ojo, sencilla e indolora y con la que es posible comprobar la tensión ocular y detectar cualquier posible anomalía.

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