65ymás
La pérdida parcial o total del olfato es un trastorno poco común. Según la OMS, un 5% de la población lo padece. Sin embargo, el sentido del olfato juega un papel importantísimo en nuestras vidas y en nuestros recuerdos. La memoria se vuelve mucho más precisa y evocadora a través de los olores; las relaciones interpersonales y sexuales se ven condicionadas por la atracción del olor del otro; nos permite saborear la comida e identificar el estado de los alimentos; e incluso es la primera alerta que tenemos ante peligros como un incendio o un escape de gas.
Aun así, no le damos la suficiente importancia. Es el patito feo de los sentidos y es poco el caso que le hacemos. La mayoría de las personas que sufren alguna afección relacionada con la pérdida del olfato lo dejan pasar como si fuese algo transitorio. Muchas veces puede ser así, cuando por ejemplo es provocada por un resfriado. Sin embargo, su deterioro progresivo puede hacer que nos acostumbremos a un nuevo umbral olfativo, sin preocuparnos por las causas y graves consecuencias que podría conllevar.
Trastornos relacionados con la pérdida del olfato
La anosmia es como se conoce a la incapacidad total para percibir olores. En caso de nacer sin este sentido hablamos de anosmia congénita. Si la pérdida del olfato es solo parcial nos referimos a ella como hiposmia. La fantosmia es cuando percibimos olores que en realidad no están presentes. Cuando la capacidad de oler se ve mermada debido a causas de edad avanzada, estamos ante casos de presbiosmia.
Causas y enfermedades asociadas
Existen múltiples causas que pueden incidir en la disminución de la sensibilidad olfativa. Dependiendo de dónde venga, la incapacidad para oler podrá ser transitoria o irreversible.
Entre las causas más habituales, los expertos apuntan a los catarros y los resfriados comunes, las alergias, la sinusitis crónica, el tabaquismo, la inhalación de sustancias tóxicas, ciertos medicamentos o algunos casos de traumatismos craneales. En algunas personas también puede estar asociada a enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer o el Parkinson, llegando a ser un indicador precoz para su diagnóstico.
La edad es otro factor determinante. Conforme nos hacemos mayores, vamos perdiendo esta facultad de forma progresiva, de igual manera que ocurre con el oído y la vista.
Olfato y gusto van de la mano
Desde la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC), el doctor Héctor Vallés define el olfato como el sentido accesorio al gusto. Ambos han sido estudiados bajo la denominación de ‘sentidos químicos’ por sus semejanzas funcionales. Según Vallés, “el sentido del olfato completa el sentido del gusto determinando, en gran parte, el sabor y la palatabilidad de las comidas y bebidas.”
Es una relación indisoluble. Cuando sufrimos una afección olfativa, esta repercute directamente en cómo percibimos todos los sabores. Por lo tanto, al perder la posibilidad de oler, también estamos perdiendo la capacidad de saborear lo que comemos y, aún peor, la capacidad de sentir muchas de las sensaciones de placer que se derivan del acto de comer. La disminución del sentido del gusto es conocida como ageusia.
¿Qué hacer si dejamos de oler?
No pasa con la vista y la audición; sin embargo, las personas que sienten una pérdida de olfato o de gusto no suelen acudir al médico. Si notamos cualquier trastorno en nuestra capacidad olfativa que no esté ligada a un reciente catarro, debemos consultar con nuestro médico o con un especialista, para valorar las posibles causas que lo están provocando e iniciar el tratamiento que corresponda en caso de haberlo.