Teresa Rey
Preguntas
¿Cómo pueden los mayores deshacerse del sentimiento de pereza?
Teresa Rey
Foto: Bigstock
Miércoles 8 de enero de 2020
ACTUALIZADO : Miércoles 8 de enero de 2020 a las 7:11 H
6 minutos
Esta actitud que a veces se instala en nuestra cotidianidad puede esconder un problema grave
La pereza es uno de los siete pecados capitales, según la religión cristiana y su moralidad. Es uno de los “vicios” que pueden aprehender al hombre en un momento determinado, y desde esta perspectiva religiosa se entiende como la “incapacidad de aceptar y hacerse cargo de uno mismo”. Sin embargo, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE @RAEinforma) este sustantivo se define como: “Negligencia, tedio o descuido en las cosas a las que estamos obligados”.
¿Por qué aparece?
Este sentimiento que a veces se instala en nuestra cotidianidad puede resultar más preocupante de lo que a priori pueda parecer. Pues una cosa es tener pereza en un momento determinado de nuestras vidas, porque por ejemplo estemos cansados o más apáticos de lo normal, y otra cosa diferente es que se convierta en una constante. Entonces sí puede convertirse en un trastorno que ha de ser abordado por expertos si nosotros no somos capaces de solucionarlo.
La pereza está en cierto modo relacionada con la procrastinación o el hecho de “dejar las cosas para mañana”. Aunque es una actitud más compleja que esta. El problema llega cuando ese comportamiento de desidia y dejadez se transforma en algo habitual y comienza a ser un impedimento para realizar una vida normal. Entonces, hay que analizar las causas que hay detrás de la misma y plantearse un tratamiento.
Normalmente no se llega a esta condición de la noche a la mañana. Poco a poco, la desmotivación se instala en nosotros, probablemente a consecuencia de un suceso que ha condicionado la estabilidad o el ritmo de vida que llevábamos hasta ese momento. En las personas mayores puede ser la jubilación, un cambio de etapa que algunos llevan mejor o peor que otros. Se adquiere una apatía que se convierte en una constante, hasta tal punto que la desidia y la indiferencia, así como la pérdida de interés por las cosas en general se convierten en algo frecuente.
El verdadero problema surge cuando la pereza se vuelve crónica, porque una cosa es no tener motivación suficiente para efectuar una tarea o tareas en un momento determinado, y otra distinta es que sea algo habitual, porque entonces puede haber otras consecuencias para la salud de los afectados. En el caso de los mayores, es posible que este sentimiento lleve a un aislamiento mayor al no querer salir o socializar, por la desgana generalizada que se tiene.
La pereza puede instalarse en un mayor por diversos motivos, pero uno de ellos puede ser el propio cansancio que la edad provoca con el paso del tiempo. Realizar algunas cosas resulta más costoso a medida que se cumplen años. Si a esto le añadimos que no hay nadie a nuestro alrededor que nos ofrezca un apoyo emocional o que nos incentive a seguir experimentando y no dejar de probar, entonces puede asentarse con más fuerza. El hecho de desempeñar algo y fracasar una y otra vez, resulta muy desmotivador en algunas personas y por ello se asienta en ellas este sentimiento.
El padecer alguna enfermedad puede contribuir a esta actitud, sobre todo, aquellas que se manifiestan con dolor, que limitan el movimiento o que afectan a la energía corporal. Si se está pasando por un proceso depresivo es probable que se tenga esta apatía también.
Cómo desprenderse de ella
Desprenderse de este sentimiento no es un camino sencillo, dependiendo del origen del mismo será más o menos fácil alejarse de él. Si no tenemos a alguien a nuestro lado que nos apoye puede resultar más complicado, y tal vez sea necesario recurrir a un profesional de salud que nos ayude a tomar el camino más adecuado.
El paso más importante para comenzar la transformación es ser conscientes de que estamos apáticos y analizar qué causa puede haber provocado esta situación. Si llegamos a ella, entonces seres más conscientes de ello y el cambio de actitud podría resultar más sencillo.
Podemos realizar un repaso a nuestros hábitos diarios y ver si es que la monotonía nos impide salir adelante. Tal vez sea necesario que reestructuremos la forma en que tenemos organizado el día a día e introducir actividades nuevas. Si estamos jubilados ahora puede ser el momento de emprender algo que siempre quisimos hacer, pero que no podíamos por carecer de tiempo.
Es importante que a pesar de los años se encuentren motivaciones y se establezcan objetivos. Cada uno puede establecerse las metas que quiera siempre que estén en sintonía con las posibilidades personales, porque si ponemos el listón muy alto, nos frustraremos y la no lograr lo que nos habíamos fiado, la apatía puede volver a instalarse en nosotros.
Estos cambios se han de hacer de forma paulatina y sin prisas, pues tenemos todo el tiempo del mundo. Ahora bien, si vemos que somos incapaces de dar este paso solos, es vital que acudamos a la ayuda de un psicólogo que nos entrenará para deshacernos de la pereza de una manera eficaz.