Teresa Rey
Preguntas
¿Practicas el ‘eating jet lag’? ¿Sabes lo que es y cómo afecta a la salud de los mayores?
Un estudio dice que si variamos la dieta el fin de semana nuestra masa corporal se ve alterada
Hay a muchas personas que les pasa, durante la semana comen perfectamente, cumplen con unos horarios y se alimentan de manera saludable, pero llega el fin de semana y todo cambia. Los horarios que suelen mantener religiosamente se ven alterados produciéndose un fenómeno al que se le ha puesto un nombre: Eating jet lag. Como bien se sabe, el jet lag a secas es un trastorno de desfase horario que en algunas personas provoca alteraciones del sueño cuando viaja a zonas donde existen grandes diferencias horarias. Aplicado a la comida el perjuicio es otro, ya que puede provocar alteraciones en nuestro peso corporal, según una investigación reciente realizada por científicos del Ciberobn (@CIBER_OBN), adscritos a la Universidad de Barcelona (UB @UniBarcelona).
Más masa corporal
El estudio publicado en la revista Nutrients explica que el Eating jet lag está relacionado con un aumento del Índice de Masa Corporal (IMC), el indicador que nos dice si poseemos el peso adecuado en función de nuestra altura.
Es el primer análisis que tiene en cuenta la importancia de la regularidad de los horarios a la hora de comer, en el que se incluyen los fines de semana, aparte del resto de días, en el control del peso. Al efectuar la investigación, los expertos no han incluido parámetros como la calidad de la dieta, la cantidad de actividad física realizada, las variaciones en las horas de sueño durante el fin de semana o la predisposición natural a un horario de sueño-vigilia.
Diversos estudios han demostrado que la alteración de los ritmos circadianos favorece la aparición de diabetes y obesidad. Por este motivo, entre otros, siempre se ha recomendado mantener unos horarios estables en la alimentación, ya que estos junto con una dieta adecuada son los que contribuyen a sincronizar los ritmos, explica la nutricionista y doctora en Farmacia, Amil López Viéitez, en su libro Tu última Dieta.
Así pues, los expertos coinciden en destacar que los cambios en las horas de las ingestas influyen casi lo mismo que lo que comemos durante las mismas. Se sabe que cenar tarde, más allá de las nueve de la noche, está relacionado con un mayor riesgo de obesidad. Todo esto se encuentra relacionado con nuestro reloj biológico, que durante el día se encarga de metabolizar la energía que le aportamos, mientras que por la noche se prepara para el ayuno mientras el cuerpo descansa.
Según explica una de las autoras del estudio, María Izquierdo Pulido, si la comida se realiza de una manera regular, el reloj circadiano de nuestro cuerpo funcionará mejor pues responde a esta regularidad haciendo que el organismo ponga en marcha los recursos metabólicos necesarios para que se asimilen los nutrientes. Por el contrario, al ingerir los alimentos en horas desfasadas, “los nutrientes pueden actuar sobre la maquinaria molecular de los relojes periféricos (fuera del cerebro), alterando su horario y, por lo tanto, modificando las funciones metabólicas del organismo”.
Las comidas de los fines de semana
Para comprobar estas afirmaciones, los investigadores estudiaron a un grupo de 1.106 personas de edades comprendidas entre los 18 y 25 años, de España y México. Se centraron en analizar la relación entre los valores del Índice de Masa Corporal y la variación en las horas de las comidas (desayuno, comida y cena) del fin de semana, que definen como Eating jet lag, respecto al resto de días. Comprobaron que el hecho de realizar estos cambios durante el sábado y el domingo está vinculado con la aparición de la obesidad. Pero, también han matizado que este impacto sobre el IMC es mayor cuando la diferencias entre cada comida principal es superior a tres horas y media o más.
Esta circunstancia se produce porque los fines de semana, cuando tienen lugar estos cambios, acontece una “cronodisrupción”, es decir, se somete al organismo a una falta de sincronía entre su tiempo interno y el social.
Esto sucede porque el reloj biológico funciona como una máquina que se prepara para generar la misma respuesta fisiológica o metabólica en el mismo momento durante todos los días de la semana. “Unos horarios definidos de alimentación y sueño ayudan a mantener la organización temporal del organismo y a promover la homeostasis energética. Por tanto, las personas que tienen una mayor alteración de horarios serían más propensas al sobrepeso y a la obesidad”, comenta Trinitat Cambras, otra de las científicas que ha participado en el estudio. Así pues, disponer de unos horarios definidos a la hora de comer y dormir, ayuda a que se produzca la homeostasis energética.
Los datos deben seguir analizándose y los autores consideran que si bien es necesario desarrollar más estudios al respecto, sí es importante que establezcamos unas horas fijas para comer y dormir, si queremos estar más sanos. Desde su punto de vista se deberían hacer investigaciones que incluyeran un análisis sobre la influencia del Eating jet lag en los individuos a lo largo de sus vidas, pues esta práctica suele mantenerse a lo largo del tiempo y podría ser un factor importante en la aparición de la obesidad con el paso de los años.