Unas nueve auxiliares de la Plataforma Unitaria de la Ayuda a Domicilio (@UnitariaA) de diferentes comunidades autónomas –Extremadura, Asturias, Madrid...– llevan ocho días durmiendo a ras de suelo delante del Ministerio de Trabajo,sufriendo vientos gélidos y temperaturas nocturnas que no superan los 2 grados.
Y no se irán de allí hasta que el ministerio, que dirige Yolanda Díaz, atienda su principal reclamación: el reconocimiento de las enfermedades laborales propias de su profesión –físicas (por el sobreesfuerzo) y mentales (depresión, ansiedad...).
Una reivindicación, por la que llevan años luchando, y que creían que el Gobierno de coalición progresista iba a atender. Pero, por el momento, no ha sido así. Es más, ni siquiera durante la pandemia se les reconoció el contagio por Covid como enfermedad laboral –fue el segundo colectivo que más se infectó–, algo que sí que ocurrió en las residencias y con los sanitarios.
El Ministerio no concreta
Así, por ahora, tras más de una semana durmiendo a la intemperie, sólo han conseguido conversar brevemente con el equipo de Yolanda Díaz, que ha convenido en que su reivindicación es justa y se ha comprometido a cambiar, pero ha matizado que existen "dificultades técnicas" para lograr que se reconozcan sus enfermedades laborales: el trabajo se desarrolla en hogares y la prevención de riesgos choca con el derecho a la intimidad del domicilio.
Pero esta explicación –similar a la que recibieron en 2020, en su última reunión con Trabajo– no convence a las auxiliares que piensan que, en realidad, Trabajo no se atreve a ir contra "las patronales" y que esa es la verdadera razón que retrasa el cambio, por lo que seguirán con su protesta.
"De cambiar, las mutuas serían las responsables en el caso de nuestros accidentes y enfermedades profesionales. Y también las empresas, porque estarían atentando contra la salud de las trabajadoras. Y la Seguridad Social, por no exigir", afirma una de las cuidadoras.
"Aguantaremos mucho más de lo que creen"
Por ello, las auxiliares se muestran decepcionadas con la respuesta de Trabajo, que les ha pedido que abandonen el lugar, según apuntan, porque pueden poner en peligro su salud por el frío. "Más riesgo corremos en nuestros puestos trabajos", responden irónicamente.
"No nos vamos a ir tan fácilmente. No nos vamos a morir aquí, pero aguantaremos mucho más de lo que creen. La convicción es firme", señala una de las portavoces, que asegura que permanecerá allí todo el tiempo que haga falta sacrificando, como el resto de sus compañeras, sus días de vacaciones y de asuntos propios. "O se mete en el BOE o al Zendal", alerta.
"Es duro, es difícil, pero tenemos muy claro cuál es el objetivo. Es algo que está muy pensado y meditado. Sabemos que nos podemos enfermar, pero seguimos igual. No nos vamos a rendir tan fácilmente. La única forma de que pase es que lleguemos al límite de las fuerzas y que tengamos que ir al hospital", advierte.
Hartas de ser ignoradas
Y es que estas auxiliares se han hartado, sostienen, de que no se les reconozcan sus derechos, de ser ignoradas por las administraciones y empresas y de sufrir en silencio las consecuencias de un trabajo penoso que afecta a su salud –muchas terminan recibiendo pensiones de invalidez– y con salarios bajos, que no dan para vivir –sueldos de 500 euros a media jornada–.
Las propias cuidadoras que acampan son ejemplo de ello. "Cuando era joven creía que podía con todo, pero vas cumpliendo años y pasa factura", reconoce otra de las auxiliares que, apunta, tiene problemas de espalda. Pero no sólo es ella, la mayoría de las acampadas tienen más de 45 años y varias cuentan que han encadenado varias bajas por enfermedad común a causa de las lesiones que han sufrido en el trabajo.
"Si tenemos un accidente de trabajo cobramos el 100% de nuestro salario, pero si es una enfermedad común son tres días de carencia y luego cobramos el 65% y, a partir de las tres semanas, el 75% de una base reguladora miserable", explica la portavoz.
Además, prosigue, muchas veces las lesiones terminan incapacitando y se tienen que retirar con pensiones de invalidez ínfimas. Una situación, que hace que se sientan "abandonadas" y "desamparadas".
"Y muchas se tienen que jubilar anticipadamente. Nos quedamos de camino. Pero si las enfermedades se reconocieran y estuviese evaluado nuestro lugar de trabajo se verían los riesgos que corremos y habría datos de morbilidad. Eso nos apoyaría para pedir una rebaja de la edad de jubilación y no estar hasta los 67 años, porque es imposible", argumenta.
Profesión envejecida
Asimismo, este cambio ayudaría a hacer más atractivo el sector a las personas jóvenes, que no tienen muchos incentivos para quedarse, por la precariedad, la penosidad, los bajos salarios y la inestabilidad.
Algo, que se ve reflejado en la media de edad de las empleados de residencias que es de 48 años, afirman. Y, para la Ayuda a Domicilio –aunque no tienen datos–, debería ser similar, cuentan.
"La gente joven no quiere este trabajo y lo entiendo. Es muy esforzado, duro, atenta contra la salud y tienen auténticas ausencias de derechos y, encima, por un salario que no permite vivir o pagar un piso compartido en Madrid", concluye la portavoz.
65Ymás se ha puesto en contacto con el Ministerio de Trabajo pero aún no ha recibido una respuesta.
Sobre el autor:
Pablo Recio
Pablo Recio es periodista especializado en salud y dependencia, es graduado en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y comenzó su carrera profesional en el diario El Mundo cubriendo información cultural y económica.
Además, fue cofundador de la radio online Irradiando y cuenta con un máster en Gobernanza y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Madrid y otro en Periodismo por el CEU San Pablo/Unidad Editorial.