El edadismo se ha convertido en una de las tres grandes formas de discriminación de nuestra sociedad, incluso por detrás del racismo y el sexismo. Existen muchos mitos sobre las personas mayores integrados en la sociedad que no se corresponden con la realidad e, incluso, en los medios de comunicación o en la publicidad, donde en numerosas ocasiones aparecen infrarrepresentados, mal presentados o estereotipados.
Uno de los ejemplos son las encuestas. Es muy habitual que para diferenciar a la población por edad, los estudios que se realizan mediante este método de análisis establezcan como límite de edad los 65 años, algunos incluso antes, y otros fijan un rango de diez años en todas las edades excepto cuando llegan a los 65, que suelen decir "en adelante", metiendo a todos los mayores en el mismo saco.
Es una realidad que la discriminación por edad está presente en varios segmentos de la sociedad española, pero esto no es algo que desaparece fuera de nuestras fronteras. Por ejemplo, en 2020, se realizó una encuesta en Estados Unidos a 2.000 estadounidenses, recogida por New York Post, para saber a qué edad se consideraban oficialmente mayores. La respuesta fue a los 57 años.
Este resultado no llamaría la atención hace años, pero teniendo en cuenta el aumento de la longevidad y cómo se encuentran las personas a los 50 años, refiriéndonos a su vitalidad y estado de salud general, hoy en día resulta un disparate que a un adulto de 57 años se le clasifique en la etapa de la vejez, aunque la esperanza de vida en EEUU esté cinco años menos que en España.
La encuesta también reveló que las principales preocupaciones de los estadounidenses era la salud general (39%), seguida de las arrugas (36%), aumento de peso (36%), cabello gris (35%), pérdida de cabello (34%), no poder cuidar de sí mismo (34%), manchas de la edad (34%), ser visto como un "viejo" (33%), seguridad financiera (33%) y, en último lugar, perder la independencia (19%).
Además, España es el segundo país con la mayor esperanza de vida, solo por detrás de Japón. En esta línea, hace unos años, las Sociedades Gerontológica y Geriátrica del país nipón decidieron cambiar el umbral de la vejez, que estaba fijado en los 65 años, y redefinieron el concepto debido a que la forma de medir el envejecimiento se había quedado obsoleta. Las personas a esa edad no representaban ese término ni desde el punto de vista biológico ni físico. Entonces, establecieron tres estapas: 'prevejez', para las personas entre 65 y 74 años; 'vejez', entre los 75 y 90; y 'supervejez', donde entran los "supermayores", los que superan los 90 años.
Aún así, esto sirve para determinar una etapa natural más y no patológica del curso de la vida, como lo es la infancia o la edad adulta, pero no se puede generalizar. La edad cronológica ya no sea un parámetro tan útil para establecer la diferencia entre jóvenes y mayores, sino más bien su estado de salud y autonomía. Debe quedar claro que no hay una persona mayor típica. La vejez se caracteriza por una gran diversidad y algunas de las personas de 80 años tienen niveles de capacidad física y mental que se comparan favorablemente con los de 40 años. Otros de la misma edad pueden requerir cuidados y apoyo extensos para actividades básicas como vestirse y comer. Las medidas para paliar el edadismo deben estar enmarcadas para mejorar la capacidad funcional de todas las personas mayores, ya sean robustas, dependientes de la atención o intermedias.
Por esta razón, un estudio español, publicado en The Lancet, propuso una nueva forma de medir el envejecimiento de la población, que pone la atención en el estado de salud y la severidad de los problemas de enfermedad y discapacidad, en vez de seguir pensando solo en la edad cronológica - basada en la fecha de nacimiento-. El estudio mostraba que los españoles de 75 años tienen el mismo nivel de problemas de salud que una persona promedio de 65 años en el mundo.
