Se trata de uno de los alimentos básicos. Además de sus beneficios para la salud, lo bueno de los huevos es su versatilidad en la cocina, ya que se pueden preparar de muchas formas distintas y hoy os explicamos cómo se hacen algunas de ellas. Pero antes de ponernos el delantal, vamos a repasar algunos de los saludables nutrientes de este alimento:
Si queremos empezar el día con un desayuno completo en el que no falte el huevo, podemos hacerlos cocidos ya que no usamos aceite para cocinarlos. El secreto es cocerlos en agua hirviendo durante 10 minutos. Una vez que los tengamos listos los podemos añadir troceados en una refrescante ensalada de verano o bien retirar la yema y preparar unos deliciosos huevos rellenos con atún y mayonesa casera.
Si los dejamos unos 3 minutos obtendremos unos huevos pasados por agua en los que la clara quedará semilíquida y la yema líquida; mientras que si los cocinamos 5 minutos el resultado es un huevo mullido: clara más cuajada y yema semilíquida.
Otra forma de consumir huevos de forma muy saludable es hacerlos escalfados. Para ello, ponemos agua en una cazuela y añadimos un pellizco de sal y un pequeño chorro de vinagre. Una vez que empiece a hervir, añadimos los huevos sin la cáscara con cuidado para que no pierdan su forma redondeada y sacamos con una espumadera a los 4 minutos.
Para los que no tengan mucho arte a la hora de preparar una omelette o nuestra clásica tortilla francesa, hacer unos huevos revueltos en la sartén con un poco de aceite es una buena forma de cocinarlos. Para que resulte una receta perfecta añádele unos champiñones troceados o unos tacos de jamón.
El clásico entre los clásicos. Un sencillo, pero maravilloso, huevo frito con patatas. Pero, ojo, que hacerlo perfecto tiene su técnica: elige un huevo grande, una sartén pequeña y tres cucharadas de aceite de oliva. Cuando el aceite esté bien caliente se echa el huevo con cuidado de no romper la yema y con ayuda de una espátula o espumadera se salpica con el aceite de la sartén los bordes del huevo. Así lograrás una puntilla dorada y crujiente. Una vez en el plato, puedes echarle sal al gusto.