Por desgracia, cada año escuchamos cómo personas que viven solas o familias enteras han sufrido en su propia vivienda intoxicaciones por inhalación de monóxido de carbono (CO), con graves e incluso mortales resultados.
Es el momento de recordar que unas sencillas medidas pueden evitar que estos fatales accidentes se produzcan porque, como señala el servicio de Emergencias 112 de Castilla y León (@112cyl), es entre los meses de octubre a marzo el periodo en el que tienen lugar la mayoría de estos episodios, dado que comienza el uso generalizado de las calefacciones.
Generalmente nos limitamos a relacionar el monóxido de carbono con el humo que desprenden las instalaciones industriales o los tubos de escape de los vehículos a motor (aunque las emisiones se han ido reduciendo de manera progresiva desde el año 2001), pero el Ministerio de Transición Ecológica (@mitecogob) recuerda que cualquier combustible que contenga carbono (gas, carbón, petróleo, propano, madera, biocombustibles…) es susceptible de generar el gas tóxico si no cuenta con el suficiente oxígeno para una correcta combustión.
El monóxido de carbono es muy peligroso porque no se detecta. No tiene un olor que podamos reconocer, ni tampoco crea ningún tipo de humareda que nos ponga sobre aviso. Simplemente lo inhalamos mientras respiramos y el gas tóxico va afectando, en pocos minutos, al organismo. Llega a los pulmones y de ahí pasa al torrente sanguíneo, donde actúa dificultando el transporte y la llegada del oxígeno que requieren nuestros órganos vitales, el corazón y el cerebro entre otros.
El gas es un veneno para cualquier ser vivo, incluyendo animales y plantas, pero el daño y los efectos que puede llegar a provocar difieren de un individuo a otro. Depende del tiempo de exposición, su grado de concentración (en un espacio cerrado actuará más deprisa) y también de la resistencia y el estado de salud general de cada persona. Los expertos señalan que son los niños pequeños y los adultos mayores quienes corren un mayor riesgo al quedar expuestos al gas tóxico, especialmente si estos últimos presentan alguna enfermedad cardiaca o pulmonar.
Mareo, somnolencia, dolor de cabeza, fatiga repentina, náuseas, confusión… Estos son los síntomas habituales que, si no se actúa con rapidez, pueden derivar en la pérdida de consciencia que impediría pedir la ayuda necesaria.
Cada año son muchas las instituciones que nos recuerdan que estos graves accidentes se pueden prevenir de forma sencilla, ya que está comprobado que es una mala combustión, en un lugar con escasa ventilación, lo que los desencadena.
Con la llegada de las bajas temperaturas, es esencial una revisión de cualquier sistema de calefacción que utilices: calderas e instalaciones de gas, chimeneas o braseros (siempre desaconsejables), independientemente de que funcionen con leña, madera o biomasa, entre otras opciones. Tampoco hay que olvidar los hornos, las estufas e incluso las cocinas de carbón o leña, habituales en el entorno rural.
Debe comprobarse que están instaladas correctamente y que los conductos de salida de humos y aire están limpios, con todas las rejillas de seguridad libres de cualquier obstrucción. Además de estas sencillas pautas, debes tener en cuenta algunas recomendaciones básicas de seguridad que señala, entre otras administraciones, la Comunidad de Madrid (@ComunidadMadrid) a la hora de prevenir intoxicaciones por inhalación de gases:
El gas actúa deprisa, por lo que la rapidez es esencial en cualquier situación en la que intuyas que puede haber monóxido de carbono en el aire. A la mínima sospecha, abre puertas y ventanas inmediatamente para neutralizarlo y aléjate de la fuente que puede estar generándolo. Ante síntomas de envenenamiento (mareos, vómitos…) es importante recibir la ayuda y atención necesarias llamando al 112.
Si tú te encuentras bien y hay una persona intoxicada en el interior de la vivienda, intenta sacarla y, en el caso de ausencia de respiración (solo en ese caso), tendrás que llevar a cabo la maniobra de reanimación cardiorespiratoria mientras llegan los servicios de emergencia.