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‘Una historia insólita de la neurología’: Sam Kean y el conocimiento del cerebro

Teresa Rey

Foto: Ed. Ariel

Domingo 13 de octubre de 2019

3 minutos

Hasta llegar a lo que sabemos hoy en día, los neurólogos usaron métodos "poco convencionales"

‘Una historia insólita de la neurología’
Teresa Rey

Foto: Ed. Ariel

Domingo 13 de octubre de 2019

3 minutos

¿Te has preguntado alguna vez cómo los neurólogos han llegado a conocer el cerebro a lo largo de la historia? Pues esta pregunta la responde el divulgador científico Sam Kean en Una historia insólita de la neurología (Ed. Ariel @EditorialAriel). Aunque suene un poco agresivo, lo cierto es que al principio la forma de investigar el cerebro era esperar a que sucediera alguna desgracia, como derrames, infecciones, traumatismos o convulsiones. Los expertos observaban cómo reaccionaban las víctimas y se quedaban maravillados con los cambios que experimentaban en función de la parte del cerebro afectada.

Una jabalina en el cráneo

Es así como funcionaba hace años, es decir, tenía que ocurrir el desastre y mientras las personas se recuperaban, sufrían convulsiones, ataques, intervenciones quirúrgicas chapuceras y accidentes tan terribles como tener una jabalina clavada en el cráneo, como le ocurrió al rey Enrique II de Francia (1519-1559), para que los expertos pudieran analizar qué estaba aconteciendo desde un punto de vista científico.

El caso del rey Enrique II es espectacularmente llamativo, pero dice el autor que gracias a su sufrimiento se pudieron presagiar casi todos los temas importantes que ocurrieron durante los siguientes cuatro siglos de la ciencia. Fue “la génesis de la neurociencia moderna”. El hecho sucedió durante un torneo, un incidente desafortunado provocó que la lanza de un rival penetrara por uno de sus ojos y alcanzara parte de su materia gris.

Mientras el monarca agonizaba, llamaron a uno de los médicos más prestigiosos del momento, Ambroise Paré, al que según cuentan le autorizaron para reproducir la herida en algunos condenados con el objeto de investigarla y ver si había alguna solución, a la par que el gobernante sufría postrado en la cama. Como no había avances, avisaron a otro de los científicos de renombre de la época, Andrea Vesalio, pero tampoco pudo hacer nada porque Enrique II finalmente sucumbió por una hemorragia intracraneal.

Cerebro

La autopsia

Su esposa, la reina Catalina, permitió que ambos médicos realizaran una “autopsia total e invasiva” y llegaron a una conclusión que, para la época y la posteridad, fue clave: un traumatismo producido solamente en el cerebro, sin existir fractura de cráneo, podía ser mortal. “Vesalius y Paré habían predicho qué clase de daño encontrarían dentro del cerebro de Enrique y exactamente dónde lo encontrarían, y habían acertado. Demostraron que la ciencia era un clarividente superior”.

Este solo es un relato de lo que ha acontecido a lo largo de la historia, pero el autor detalla más situaciones. Además, en una primera parte llamada Anatomía general, familiariza al lector con el cerebro y el cráneo. Al final de la lectura, este se dará cuenta de que ha adquirido nociones muy amplias sobre cómo funcionan las diferentes partes del cerebro y, en especial, de cómo funcionan juntas.

Sobre el autor:

Teresa Rey

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