
Foto: Europa Press
Miércoles 14 de julio de 2021
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En Cuba se oyeron gritos que reclaman libertad. A los mayores nos sonaron como aquella reclamación de democracia de los tiempos finales del franquismo y principios de la monarquía. La diferencia es que España tuvo un rey que oyó aquel clamor y tuvo un jefe de gobierno que quiso llevar a la ley lo que se escuchaba en la calle. Cuba todavía no tiene esos líderes, que quizá estén entre los manifestantes que perdieron el miedo, pero no tienen cauces para encauzar la demanda popular. España tiene la obligación moral, profundamente ética, de ayudar a unas gentes que, encima de pasar hambre, carecen de derechos básicos. Tiene la obligación política de ayudar a quienes salen a la calle de forma pacífica a pedir un cambio de régimen. Por eso hoy es un día triste para quienes sentimos Cuba como algo próximo en la sangre y en la historia, en la cultura y en los sentimientos. Es un día triste, porque tenemos un partido que forma parte del gobierno y considera que el régimen cubano no es una dictadura. Y tenemos al gobierno mismo que no se atreve a calificar ese régimen como dictatorial. Pueden más los intereses económicos. Es nuestro gran fracaso. No hemos encontrado la fórmula de defender esos intereses al tiempo que ayudamos a nacer a una criatura llamada libertad.