Cuando ya no había remedio, es decir, en el minuto 93, Albert Rivera intentó pactar una abstención en la investidura. Precio de salida: gobierno de Navarra, 155 y no indulto en Cataluña e impuestos de las clases medias. Hay algo peor que pedir lo imposible: que el supuesto compañero de abstención entienda que eso ya está pedido por él y se lo despreciaron. Y hay algo todavía “más peor”: que la teórica parte contratante, de nombre Pedro y residente en La Moncloa, justifique su rechazo diciendo que todo eso ya está cumplido. Si uno selecciona mal sus exigencias, otro dice que ya está pedido y el tercero asegura que ya cumplió, solo hay dos explicaciones: o frivolidad o tomadura de pelo. Yo creo que nos están tomando de cachondeo. Si no todos, sí alguno. Por lo menos, uno.