

Incendios: causas y prevenciones
Josep Moya OlléFoto: Carlos Castro (Europa Press)
Martes 26 de agosto de 2025
8 minutos

Foto: Carlos Castro (Europa Press)
Martes 26 de agosto de 2025
8 minutos
En el momento de escribir este artículo, sábado 23 de agosto de 2025, permanecen activos 13 fuegos en España, aunque tan solo uno de ellos, el de Igüeña, en León, con un desarrollo desfavorable.
Hasta el momento actual, la ola de incendios que está asolando varias regiones de España ha arrasado más de 400.000 hectáreas, la mayor superficie quemada en lo que va de siglo y la más grande registrada desde 1994, según el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales. La Junta de Castilla y León ha declarado la "alarma extrema" por incendios en 37 municipios de León, Zamora y Palencia desde este sábado hasta el 26 de agosto. El escenario más preocupante continúa en Anllares del Sil, en la provincia de León, donde el fuego sigue activo y fuera de control.
La Xunta de Galicia ha desactivado el nivel 2 de emergencia en el incendio forestal de Vilaboa, en Pontevedra, tras contener su avance. El fuego, declarado el jueves en la parroquia de Santa Cristina de Cobres, ha quemado unas 60 hectáreas y movilizado un amplio dispositivo, incluyendo helicópteros, aviones y efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME). En la provincia de Ourense, sin embargo, se mantiene la situación 2 de emergencia debido a la magnitud de los incendios.
En el Principado de Asturias, tres incendios están activos y dos estabilizados, según el último balance del Servicio de Emergencias del Principado de Asturias (SEPA).
En Extremadura, el incendio de Jarilla, el mayor de la historia reciente de esta región, ha afectado a unas 17.300 hectáreas y ha quedado estabilizado tras once días activo; y por ello se ha desescalado del nivel dos al uno.
Estos incendios han arrasado poblaciones enteras y han convertido bellos parajes en amplias zonas cubiertas de cenizas. Decenas de personas han perdido sus hogares y, lo que es peor, cuatro personas han perdido la vida. Se han truncado historias, se han arruinado familias, hay un antes y un después para miles de habitantes de Asturias, Galicia, Castilla y León y Extremadura. Ya nada volverá a ser como antes, se precisarán años y muchos esfuerzos para la reconstrucción, pero las heridas quedarán en la memoria de miles de ciudadanos.
Pero en el tratamiento que diversos medios informativos están realizando destacan algunos puntos. En primer lugar, cuando se habla de las causas se citan las personas que han sido detenidas, 42, según los últimos datos proporcionados por el Ministerio del Interior, y otras 127 están siendo investigadas. Al proceder de esta manera, se pone el énfasis en los individuos, en los pirómanos y los negligentes, pero no se hace ninguna alusión al conjunto de factores que “facilitan” la acción de los psicópatas. Me refiero a cuestiones como los efectos del cambio climático, con unas sequías cada vez más prolongadas, y, también, al descuido sistemático de nuestros bosques. En relación al primero, está fuera de toda duda que el planeta Tierra se encuentra sometido a los efectos del cambio climático, consecuencia de la quema de combustibles fósiles. Un informe de Naciones Unidas señala que desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas.
La quema de combustibles fósiles genera emisiones de gases de efecto invernadero que actúan como una manta que envuelve a la Tierra, atrapando el calor del sol y elevando las temperaturas.
La temperatura media de la Tierra es ahora 1,1 °C más elevada que a finales del siglo XIX, antes de la revolución industrial, y más elevada en términos absolutos que en los últimos 100. 000 años. La última década (2011-2020) fue la más cálida registrada. En esa línea, cada una de las cuatro décadas últimas ha sido más caliente que cualquier otra década desde 1850.
Sin embargo, el aumento de la temperatura es solo el principio de la historia. Dado que la Tierra es un sistema, en el que todo está conectado, los cambios de una zona pueden influir en los cambios de todas las demás.
Las consecuencias del cambio climático incluyen ahora, entre otras, sequías intensas, escasez de agua, incendios graves, aumento del nivel del mar, inundaciones, deshielo de los polos, tormentas catastróficas y disminución de la biodiversidad. Un informe de Greenpeace advierte que, en la actualidad, el 20% de la Península se puede considerar desierto. Siete de las diez cuencas hidrográficas con mayor sequía crónica de Europa se encuentran en España, y casi el 75% del territorio español está en riesgo de convertirse en un desierto a finales de siglo. Debe tenerse presente que el aumento de las temperaturas y los cambios en el régimen de precipitaciones hacen que los incendios forestales sean más frecuentes y estén más extendidos, como viene ocurriendo en los últimos años.

Así, pues, nos encontramos frente a un escenario global con unas pésimas perspectivas de cara a un presente-futuro inmediato.
Un segundo aspecto que suelen señalar muchos medios informativos, es el de los enfrentamientos en el seno de la clase política. No voy a referirme a ninguna fuerza política determinada, pero sí a los núcleos discursivos cuyas manifestaciones escuchamos –estupefactos– días tras día. Así, cuando el equipo A ataca al equipo B y le lanza exabruptos (“corrupción”, “negligencia”, “irresponsabilidad”, “cobardía”, etc.), vemos que el equipo B responde utilizando los mismos términos pero con un matiz: “y vosotros más”, y ahí se acaban los argumentos, si es que esos decires son merecedores de este término: argumento. Los debates parlamentarios están preñados de insultos, descalificaciones, amenazas, sermones, lecciones de moral; además, cada ponente se considera a sí mismo en posesión de la verdad, en consecuencia, el adversario o bien nada en el error o bien miente. Así pues, unos y otros invierten sus tiempos en estériles confrontaciones en tanto la dialéctica, la que hace posible la síntesis, está ausente. Y mientras unos discuten acaloradamente, otros, muchos más, arriesgan sus vidas intentando controlar los fuegos. Son estos últimos los auténticos héroes: los bomberos, los militares de la UME y los propios ciudadanos, muchos de ellos mayores de 65 años, quienes con medios precarios han contribuido y contribuyen a evitar que la tragedia sea aún mayor.
Y ahora debemos plantearnos la gran pregunta: ¿qué medidas proponen los gobiernos, estatal y autonómicos, para la prevención de los incendios forestales? Porque, es casi irrisorio decirlo, no se van a prevenir los incendios forestales metiendo en prisión preventiva a los pirómanos y a los negligentes. En este aspecto, se echan en faltan políticas reales de prevención que, pasan, en primer lugar, por minimizar los factores responsables del cambio climático y, en segundo lugar, por la adopción de medidas de prevención centradas en los territorios. La WWF España (Fondo Mundial para la Naturaleza) plantea algunas de ellas:
- Impulsar una verdadera política de prevención a escala de paisaje, adaptando los territorios para hacerlos menos inflamables y más resilientes. Esto implica diversificar los paisajes forestales, romper la homogeneidad, introducir manejos que reduzcan la continuidad del combustible y fomentar modelos de mosaico agroforestal con usos productivos y conservación simultáneamente.
- Aprobar un marco regulatorio integral y coherente. Actualmente, las normas de prevención de incendios son parciales y parcheadas. Desde la WWF se propone aprobar el Real Decreto en tramitación sobre criterios comunes para la prevención y gestión de incendios, garantizando que incluya, entre otros, la Identificación de Zonas de Alto Riesgo de Incendios (ZARI) con planes específicos de prevención.
- Reforzar la rentabilidad y los usos tradicionales del monte. Se considera que es necesaria la existencia de un tejido económico y social en el medio rural. Sin un tejido económico y social en el medio rural no habrá gestión forestal pero, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, 4 Comunidades Autónomas han perdido población a lo largo del siglo XXI: Extremadura, Galicia, Castilla y León y Asturias, ¡precisamente las cuatro comunidades afectadas por los grandes incendios forestales! Además, de los 8.131 términos municipales que hay en España, 5.102 están perdiendo población. Este fenómeno de despoblación es predominantemente rural. De ahí la necesidad de diseñar políticas de Estado para el futuro del medio rural.
- Generar cultura de riesgo y conexión social con el bosque. Dado que una parte considerable de la sociedad urbana tiene una visión estática y poco respetuosa del bosque se hace necesaria la realización de Programas de educación ambiental en escuelas y comunidades para explicar el papel de la gestión activa.
Las recomendaciones son claras y precisas, pero exigen compromisos políticos y, también, del conjunto de la ciudadanía. Los humanos tendemos a la utilización generalizada del mecanismo de la negación; ello nos permite mirar hacia otro lado, a pensar que lo que los expertos nos dicen son exageraciones o que, en el peor de los escenarios, el problema se detendrá en la puerta de nuestra casa. Negamos y, también, soñamos, como muy bien señala el psicoanalista Josep Maria Panés en su libro La locura del progreso (2025): “cuando se trata de enfrentar las dificultades de la vida, de responder a problemas y peligros reales, de velar por la salud y la calidad de vida de las personas, conviene estar muy despierto”. Cierto, hemos de estar muy despiertos, actuar con responsabilidad, y ello implica exigir a nuestros políticos que inviertan menos tiempo en discusiones pasionales y mucho más en la adopción de medidas para la protección de nuestros bosques y de quienes viven en ellos.