Josep Moya Ollé
Opinión

Un nuevo caso de violencia filioparental

Josep Moya Ollé

Martes 5 de agosto de 2025

7 minutos

Un nuevo caso de violencia filioparental

Martes 5 de agosto de 2025

7 minutos

La tarde del miércoles 30 de julio, una disputa familiar terminó en tragedia en el municipio osonense de Torelló (Barcelona), de algo más de 15.000 habitantes, donde un hombre de 53 años acabó con la vida de su madre, una anciana de 80 años, en lo que constituye el segundo parricidio que ha sacudido esta localidad en menos de dos años

Los hechos se desencadenaron aproximadamente a las 18:00 horas en el barrio de Montserrat, concretamente en la calle Santa Llúcia, cuando los vecinos alertaron a las autoridades locales tras escuchar gritos procedentes de una de las viviendas. La policía local de Torelló recibió el primer aviso y rápidamente coordinó la intervención con los Mossos d'Esquadra y el Sistema de Emergencias Médicas. 

Al llegar al lugar, los agentes encontraron el cuerpo sin vida de la mujer, que presentaba claros signos de violencia. La víctima mostraba múltiples contusiones, destacando especialmente un traumatismo craneal severo que será objeto de análisis forense para determinar si constituyó la causa directa del fallecimiento. Así destacaba los hechos trágicos el diario digital El Debate, en su edición de 31 de julio. El diario añadía los siguientes datos: “Según las investigaciones preliminares, madre e hijo, que residían en viviendas contiguas, mantuvieron una acalorada discusión que derivó en el fatal desenlace. El presunto agresor, de nacionalidad española, fue localizado y arrestado en las inmediaciones del domicilio por los efectivos de la División de Investigación Criminal de la Región Policial Central”.

Pero, además, el mencionado diario daba una información relevante. “Dos años atrás, en octubre del 2023, en el mismo municipio se produjo un parricidio. En aquella ocasión, el señor Ramon Blanch, de 84 años, perdió la vida a manos de su propio hijo tras días de maltrato sistemático. En aquella ocasión, el agresor, de 51 años y con problemas de drogadicción, mantuvo retenido y agredió continuamente a su padre antes de que este fuera hospitalizado en Vic, donde finalmente falleció”. 

Estos dos casos, plantean interrogantes sobre los mecanismos de detección y prevención de situaciones de riesgo en el ámbito familiar, especialmente cuando afectan a personas mayores en situación de vulnerabilidad. Ciertamente, nos encontramos ante unos hechos que, desafortunadamente, no son excepcionales, aunque no siempre acaben con el asesinato de la persona mayor. La Fundación Amigó, en su Informe sobre Violencia Filio-parental en España, datos de 2023, ya advertía que cada año se abren en España más de 4.000 expedientes a jóvenes por este tipo de delito, una cifra que se incrementa año tras año. Además, en muchas ocasiones el fenómeno es una realidad invisible que no ve la luz y se queda oculto en el ámbito privado. Los expedientes abiertos a jóvenes por este tipo de delito se habían situado en 4.416 expedientes incoados a jóvenes por agresiones en el ámbito familiar durante 2023, frente a los 4.332 registrados en 2022, según indicaba la Memoria de la Fiscalía General del Estado.

Hasta aquí los datos frente a los cuales hemos de plantearnos varias cuestiones. La primera de ellas se refiere a los modelos explicativos de la violencia filio-parental.

Como es habitual en las disciplinas sociales, existen varios modelos, sin embargo, uno de los más interesantes y exhaustivos es el de Cottrell y Monk (2004), muy estudiado en el Informe sobre Violencia Filio-Parental, elaborado por profesores de la Universidad del País Vasco en el año 2007. Cottrell y Monk trataron de exponer un modelo teórico que abarcase los diferentes factores implicados en la violencia filio parental. Ellos pusieron el foco en la interacción recíproca entre cuatro grandes niveles primarios de influencia: macrosistema, exosistema, microsistema y ontogenia.

El macrosistema incluye los valores culturales, creencias y el modelado social y mediático que influyen y/o legitiman la violencia, que modelan el 'poder' del varón sobre la mujer, y el papel de 'víctima' en las mujeres.

El exosistema haría referencia a las estructuras sociales que influyen en el funcionamiento individual y personal, creando un contexto que potencia la violencia. Ejemplos de ello serían el estrés financiero, el aislamiento social, el modelado de la delincuencia, la falta de apoyos comunitarios o intervenciones profesionales inadecuadas. 

En cuanto al microsistema, éste implica las dinámicas familiares que contribuyen al desarrollo de conductas violentas, así como aquellas que suponen conflictos de poder, estilos de comunicación inadecuados y limitadas habilidades de resolución de conflictos.

Finalmente, los factores ontogénicos hacen referencia a aquellos factores propios del joven, como la historia de abusos o malos tratos en la infancia, el modelado de conductas violentas, estilos de apego problemáticos, abuso de sustancias, problemas de salud mental o historial académico conflictivo.

Como puede comprobarse, en este modelo aparece un extenso listado de factores que van desde un determinado sistema de creencias hasta abusos de sustancias y problemas de salud mental. Pero, ¿qué lugar se daría a la responsabilidad del propio individuo o individua agresores? ¿Hasta qué punto un entorno determinado facilita o condiciona la existencia de comportamientos violentos de los hijos contra los padres?

El ensayista alemán Hans Magnus Enzensberger, en su libro Perspectivas de guerra civil, publicado en 1994, escribió con gran ironía que “en el ocaso de la socialdemocracia ha vuelto a vencer Rousseau. La culpa jamás la tiene el criminal, siempre el entorno: el hogar paterno, la sociedad, el consumismo, los medios audiovisuales, los malos ejemplos. Parece como si a todo homicida se le entregara por así decirlo un cuestionario de elección múltiple que debe rellenar siempre a su favor”.

En efecto, las teorías en boga ponen el énfasis en una premisa: que el individuo actúa movido por las condiciones sociales y familiares en las que se ha criado y educado; pero, si bien es cierto que esas condiciones no pueden negarse no lo es menos que los niños y los adolescentes no son pizarras en las que los contextos, en su más amplio significado, escriben los guiones que tendrán que seguir. En esta línea, el psicoanalista Manuel Baldiz, en su libro Transexuales, transgénero, publicado en el año 2024, advierte que no toda la causalidad se ha de referir a aquello que surge de la madre o del padre, sino también al modo particular en que el sujeto infantil o adolescente codifica y digiere todo eso. Exacto, los decires de los adultos (padres, educadores, familiares, vecinos, medios audiovisuales, etc.) inciden sobre el joven individuo pero el resultado no está programado de antemano ya que siempre, insisto, siempre, dependerá también de lo que aquel decida hacer con los mensajes recibidos.

La segunda cuestión atañe a los dispositivos y a las instituciones. En el caso del municipio de Torelló nos encontramos con dos sucesos trágicos en un breve período de tiempo y las preguntas que debemos plantearnos son: ¿estos casos eran conocidos por los servicios sociales del municipio? Y, si lo eran, ¿habían intervenido, habían llevado a cabo actuaciones para proteger a esas dos víctimas? En el caso ocurrido en el año 2023, el agresor era consumidor de sustancias tóxicas, ¿estaba siendo tratado en el centro de atención a las drogodependencias? ¿Se estaba realizando un trabajo en red, de coordinación entre servicios? ¿Esas dos situaciones de conflicto grave intrafamiliar se habían comunicado a la fiscalía? Y, también, si estaban al corriente y lo habían comunicado, ¿habían obtenido la respuesta adecuada por parte de la instancia judicial?

De manera inmediata, el Ayuntamiento de Torelló decretó un minuto de silencio en la plaza mayor, cosa habitual en estos casos, pero es obvio que con minutos de silencio no se van a establecer medidas de prevención de conductas de violencia filioparental. Este es un capítulo al que ni el ámbito político ni el sociosanitario están prestando la atención necesaria. Un elemento más a añadir en las respectivas agendas.

Finalmente, la tercera cuestión a considerar se centra en el propio acto parricida y, más específicamente, en su actor, y es que más allá de los diversos contextos, ya aludidos, y del papel de los dispositivos sociales y sanitarios, hemos de preguntarnos qué puede ocurrir en la mente del parricida en el momento en que lleva a cabo su acto criminal. Y para encontrar algunas respuestas es útil referirnos a casos que han sido ampliamente estudiados, como el de Andrés Rabadán, conocido como el asesino de la ballesta ya que asesinó a su padre disparándole varias flechas con la ballesta que él mismo se había autorregalado para defenderse de sus hipotéticos perseguidores. Unas semanas antes, Andrés había llevado a cabo actos de sabotaje en una línea férrea, que provocaron el descarrilamiento de varios trenes. Los exámenes forenses dictaminaron que Andrés presentaba síntomas de esquizofrenia paranoide aunque otros especialistas consideraron el diagnóstico de psicopatía. 

Otro famoso caso es el de Jean Claude Romand, un falso médico francés que en enero de 1993 mató a su esposa, sus hijos y sus padres. Romand había estado engañando a sus familiares y a su entorno más próximo haciéndoles creer que era un médico que trabajaba en la OMS. Cuando estaba a punto de ser descubierto, Romand asesinó a su esposa, sus hijos y sus padres.

En ambos casos, la hipótesis de una enfermedad mental grave es más que probable, sin embargo, es obvio que la mayor parte de individuos psicóticos no cometen actos criminales y ello deja abierta la pregunta que sólo puede responderse en el caso por caso. 

Sobre el autor:

Josep Moya Ollé

Josep Moya Ollé

Josep Moya Ollé (Barcelona, 1954) es psiquiatra y psicoanalista. Actualmente es presidente de la Sección de Psiquiatras del Colegio Oficial de Médicos de
Barcelona.

Ha trabajado activamente en el ámbito de la salud pública, siendo presidente del comité organizador del VII Congreso Catalán de Salud Mental de la Infancia y psiquiatra consultor del SEAP (Servei Especialtizat d'Atenció a les Persones), que se ocupa de la prevención, detección e intervención en casos de maltratos a mayores.

Es el fundador del Observatori de Salut Mental i Comunitària de Catalunya.

Su práctica clínica privada la realiza vinculado a CIPAIS – Equip Clínic (Centre d’Intervenció Psicològica, Anàlisi i Integració Social) en el Eixample de Barcelona.

Como docente, imparte formación especializada en ACCEP (Associació Catalana per a la Clínica i l’Ensenyament de la Psicoanàlisi), en el Departament de Benestar Social i Família y en el Centro de Estudios Jurídicos y Formación Especializada del Departament de Justícia de la Generalitat de Catalunya.

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