Las atenciones informativas de la nueva oleada de contagios han cambiado. Ahora se dirigen a los jóvenes, que parece que se han convertido en el nuevo cauce de expansión del virus, y a los escolares, porque el comienzo de curso está lleno de incertidumbres y miedo de las familias. Pero hay algo que no puede pasar desapercibido: se sigue muriendo gente y, por las noticias que nos llegan, se siguen muriendo muchas personas mayores y mucho me temo que en un clima de cierta indiferencia. Empiezan a ser inevitables los peores recuerdos de la primera oleada: sigue habiendo contagios y defunciones en las residencias. Esta segunda oleada, aunque sea mucho menos virulenta que la anterior, también sabe dónde están los mayores y los vuelve a atacar allí. Los datos aún no son alarmantes y espero que no lo sean nunca, pero existen. Y sobre estas primeras noticias, es obligado lanzar un grito: ¡otra vez no, por favor! Ahora no están llenas las UCI. Ahora todavía no hay agobio en los hospitales. Ahora no hay disculpa para que falte atención médica a quienes, aunque sean menos, siguen siendo los más débiles.