Asistimos estos días a un ceremonial que se parece algo, no mucho, a una liturgia de diálogo. El resultado es el previsto: Casado y Sánchez se tiran los trastos a la cabeza, aunque hablaron durante dos horas; Inés Arrimadas tiene tantas ganas de colaborar, que acepta negociar con Podemos, y esta mañana anda por allí Gabriel Rufián, que supongo que lleva en el hatillo todo su independentismo. En medio del ceremonial de ofertas, denegaciones, acusaciones de frentismo y peticiones de asistencia incondicional, una pequeña alegría: ¡alguien habló de pensiones! Fue don Pablo Casado, que ignoro si lo planteó al presidente, pero sí lo dijo en rueda de prensa. Y estuvo contundente: las pensiones, lo primero; que vuelvan al Pacto de Toledo y este compromiso: ni congelación ni recorte. Reconforta escucharlo, sobre todo fuera de campaña electoral. Casado no puede decidir nada, porque no es el gobierno, pero menos da una piedra. Y es un avance que nuestros políticos empiecen a introducir la defensa de las pensiones en sus mensajes. Eso crea opinión pública. Y la opinión pública siempre gana.