

Carlos San Juan, el hombre de la revuelta de los mayores contra la deshumanización de los bancos, llegó ayer al ministerio de Economía con su caja de adhesiones: 600.000. Es como un referéndum. Es un clamor que este hombre levantó. Quiero elogiar el gesto de la vicepresidenta Nadia Calviño, que acudió a saludarle, a recibir ese clamor y a comprometerse a una solución antes de fin de mes. Ignoro si sería tan amable si la protesta fuese contra su ministerio, pero es injusto y grosero abrir ese flanco comparativo. Me quedo con el gesto y con el final emocionante de la cruzada de Carlos San Juan. El gobierno ya sabe cuánto pesan 600.000 firmas. Ya tiene en su poder ese estruendo de los mayores, humillados por la tecnología y el afán de lucro. Ignoro cuál será la propuesta de la señora Calviño, pero confío en ella, porque ningún gobierno puede ser insensible ante el maltrato y la exclusión. Si yo tuviese algún poder, le pediría al presidente Sánchez que encabece esas firmas. Y a los grandes bancos, un pequeño detalle: que dediquen a la atención humana un mínimo porcentaje de sus 19.000 millones de beneficios. Al fin y al cabo, de los mayores han vivido y con los mayores se han enriquecido.